“La familia, en los tiempos modernos, ha sufrido quizá como ninguna otra institución, la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura. Muchas familias viven esta situación permaneciendo fieles a los valores que constituyen el fundamento de la institución familiar. Otras se sienten inciertas y desanimadas de cara a su cometido, e incluso en estado de duda o de ignorancia respecto al significado último y a la verdad de la vida conyugal y familiar. Otras, en fin, a causa de diferentes situaciones de injusticia se ven impedidas para realizar sus derechos fundamentales”. San Juan Pablo II. Familiaris consortio 1. 22 de noviembre 1981
Este comentario inicial en la Exhortación Apostólica Familiaris consortio, con motivo del Sínodo de la Familia, que recién había concluido en octubre del año anterior, nos pone en la perspectiva de la preocupación de Papa por la familia, a la que, ya desde aquella época, la ve en una situación comprometida, desanimada, incierta, y llega a comentar también las situaciones de injusticia que le impiden realizar sus derechos fundamentales.
Es importante, por esto, comentar que para el Papa Juan Pablo II, los jóvenes fueron siempre muy importantes, una parte fundamental de su misión pastoral, puesto que los veía no solamente como jóvenes, sino que precisamente por su juventud, los veía en la inmediatez del noviazgo, y, consecuentemente, próximos a la etapa del matrimonio y de la familia. Me parece importante señalar este punto, puesto que, seguramente los jóvenes de hoy en día contemplan la realidad descrita como propia de esta época, y no les falta razón, puesto que en la actualidad se han venido cumpliendo no pocos de los temores que preveía el Santo Padre allá en la década de los 80 del siglo pasado.

De hecho, mientras pensaba con qué enfoque redactar este mensaje, que también va dirigido particularmente a los jóvenes, como lo fui yo en aquellos mismos años, no estaba seguro si abordarlo desde el punto de vista teórico, por llamarlo de alguna forma, partiendo de algunos supuestos filosóficos y teológicos, con el riesgo de “no encajar” en los modernos conceptos e ideas que, sobre la familia hoy tienen muchos jóvenes, o más bien adoptar un concepto más desde la experiencia personal, con la intención de mostrar que siempre ha habido dificultades, pero que también, siempre ha sido necesaria una cierta cantidad de generosidad para emprender con entusiasmo el camino de la vida matrimonial y familiar, pero haciéndolo con verdadera ilusión y convicción, convicción sobre todo en que es posible una relación de donación de amor, de forma libre, responsable y desinteresada, puesto que el matrimonio y la familia son, a final de cuentas, y tal vez esto sea parte de lo que les asusta, un trabajo permanente en favor de otros, que implica siempre sacrificio, pero que también, en justa correspondencia, nos da mucho más de lo que nos pide.

Como ves, parece que el camino de esta reflexión contigo se ha definido sobre la marcha, y el camino será ir combinando y comentando los aspectos que podríamos llamar “doctrinales”, palabra que hoy no les gusta mucho a los jóvenes, tal vez porque no se la hemos sabido explicar, con los aspectos experienciales, para que, al compartir algunas situaciones concretas, la plática resulte un poco más personal y, con ello, deseo que también un poco más interesante.
Iniciaré por tanto diciéndote que tengo 68 años recientemente cumplidos, que le llevo siete años a mi esposa, que nuestro noviazgo inició siendo ella muy joven, tal vez demasiado, y yo ya no tanto, 16 y 23 años respectivamente, allá por 1978, nuestro noviazgo duró cinco años. Y ¿sabes qué? Hay un tema que actualmente parece haber perdido importancia, pero yo creo firmemente que, si se conociera un poco más de cerca, si se entendiera bien, resultaría muy atractivo para los jóvenes, te lo voy, se lo voy a describir a los novios de la actualidad en la siguiente frase: ¿Les gustaría entregarse su castidad, su virginidad, mutuamente el día de su matrimonio y además prometerse fidelidad hasta que la muerte los separe? Maru y yo lo hicimos así, este año cumpliremos 40 de casados y no nos arrepentimos de haberlo hecho así, y tenemos matrimonios amigos, no uno ni dos, que también así lo hicieron y tampoco se han arrepentido.

¿Será que tuvimos más claro qué es el matrimonio y será, a la vez, que realmente nos queríamos ver en esa realidad, en ese escenario de vida? A mí me parece que lo primero que debemos tener totalmente claro, es el valor que cada uno tenemos, por el simple hecho de existir. Esto es algo a lo que hoy no prestamos mucha atención, y te propongo un reto, ahora que están tan de moda los retos, les reto a que lo piensen unos momentos y se respondan a ustedes mismos, les parecerá tal vez absurda la pregunta ¿qué o quién es una persona humana? Uno de los fundadores del IPADE y de la Universidad Panamericana, el Doctor Carlos Llano, en uno de tantos libros que escribió, titulado “Dilemas éticos de la empresa contemporánea”, planteaba que la responsabilidad más importante de cualquier empresa era “el mejoramiento de las personas que la integran” ¡Suena raro!, ¿verdad? ¿Qué tiene que ver eso con la familia? Pues tiene que ver mucho, porque más adelante venía la condición, que le da todo el sentido a la propuesta. “Hace falta un concepto completo y verdadero sobre la persona humana, para comprometernos con su proceso de mejora, con su perfeccionamiento, su plenificación como ser”. Ahora bien, si yo les digo que para cualquier persona la empresa más importante de su vida es la formación de su propia familia, y que al igual que las empresas ésa es su principal responsabilidad, ¿cómo te quedas? ¿Le pone o le quita algo al concepto al que llegaste sobre la persona humana?
Estoy seguro de que independientemente del concepto al que hayan llegado, algo tuvo que cambiar al adoptar este enfoque, con lo que vamos descubriendo que hacernos preguntas que tal vez no está de moda hacernos, nos puede llevar mucho más allá de lo que imaginábamos. Ahora, si esto es a nivel de los conceptos, ¿te imaginas a nivel de la realidad? La realidad es que la vida matrimonial y de familia, es una gran aventura, de la cual tal vez no tenemos una panorámica completa, o no tenemos clara la importancia de los protagonistas, y mucho menos de la grandeza de la misión que implica. Pero si algo entusiasma a los jóvenes, son los retos grandes, los que ponen a prueba su idealismo, su generosidad, su capacidad de entrega y su ansia de trascender. Imagínate, trascender por medio del amor fecundo, que te lleva a donarte libre, voluntaria, íntegramente a otra persona con la misma dignidad que la tuya, y que los llama a la verdadera grandeza, que no es la de la cantidad, sino la de la fecundidad. Es decir, no estamos llamados, o no solamente a tener más, que de suyo no es malo, sino a hacer que las cosas y sobre todo las personas ¡sean más!
¡Ah claro! Me dirán, es que eso como que ya no es para nosotros, los tiempos han cambiado, ahora las cosas son distintas. Pero ¿realmente ustedes están de acuerdo con la situación en la que están las cosas? ¿así como están es realmente como quisieran que estuvieran? Y si no fuera así, ¿estarían dispuestos a hacer algo al respecto? ¡Ese es el punto! Hoy en día se dicen muchas cosas en contra de la familia, de la vida y de la misma dignidad de la persona, pero en realidad, quien se deja llevar por esas voces, abundantes, atractivas, pero al mismo tiempo engañosas, corre el peligro de llegar a un callejón sin salida, que es el sentido de vacío al que se llega después de tratar de saciar el ansia de infinito con una sucesión interminable de cosas finitas. ¿Nunca te has sentido, así como que teniéndolo todo, o mucho de lo que deseas, no te sientes satisfecho? Y me refiero no a satisfacción como cuando ya comiste suficiente, sino cuando te sientes todavía incompleto como ser, como que quieres un sentido más profundo o más trascendente de tu vida.
Esto sucede porque de manera natural estamos hechos para relacionarnos con los demás, pero más allá de la simple relación, necesitamos un ‘algo’ que nos haga levantarnos cada día, algo así como dicen de la misión de la empresa, su razón de ser. Entre más elevado sea el sentido que le quieras dar a tu vida, entre más compromiso te demande ese sentido, lo podemos llamar ideal, si quieres, y mayor grado de trascendencia, les aseguro que sentirán que encontrarán aquello por lo que vale la pena vivir, vivir unidos, vivir hasta el final, y traer a otros a participar del sueño, esos otros que serán como el reparto de utilidades, como el abundamiento del capital humano, la fecundidad, entendida como la capacidad de que las realidades sean más, sobre todo las realidades más preciadas como son los hijos.
Por eso es importante tener claro que la persona humana es un fin en sí misma, porque es el ser cuyo origen es el amor, bueno el Amor así con mayúscula, hace muchos años leí en un libro cuyo nombre si mal no recuerdo era “El matrimonio, sus gracias y sus desgracias”, vaya título me dirán, y una frase que se me quedó grabada, en un supuesto diálogo entre novio y novia, es que uno de ellos le dice a su prometida: “La fuerza con la que te quiero, no es distinta de aquélla por la cual existes” ¿Te das cuenta? Somos importantes y dignos, somos cada uno de nosotros una finalidad en sí misma, y nadie tiene derecho de instrumentalizar a otro, simple y sencillamente porque somos creaturas a las que ha amado Dios, al grado de dar por nosotros, la vida de su Hijo.

Sí, ya sé que aquí es donde como que ya nos dejamos de entender, aquí es donde ustedes dicen que ya ven la vida de otra forma, que las cosas han cambiado. Sí, todo está muy bien, yo no pretendo que las cosas sean como antes, solo quiero decirte que podrán haber cambiado mucho las cosas, pero la persona humana en su esencia no ha cambiado, ha cambiado la condición en la que las personas se encuentran en la sociedad actual, eso me queda tan claro como a ti, lo que ha hecho falta es una promoción de la persona, acorde con la condición que la situación actual le plantea. Pero fíjate bien, estamos hablando de la condición, que de suyo es variable, no es la condición lo que define a la persona, sino su esencia, y ésta, no ha cambiado.
¿Qué otras riquezas se encuentran en la familia? Es un espacio de amor incondicionado para todos y cada uno de los miembros que la forman, por supuesto que esto implica un compromiso muy fuerte y una voluntad ilustrada por la inteligencia, que nos presenta a nuestro respectivo cónyuge como un bien, al que la voluntad nos permite llegar, el querer verdaderamente humano no es un sentimiento, aunque sea uno de los elementos que lo constituyen, pero amar es más bien un acto de voluntad, que se renueva constantemente en un seguir queriendo que madura con el tiempo, conforme va cambiando la condición de la pareja y de la familia. La familia es también el lugar en donde se da la integración intergeneracional, sobre todo cuando tenemos la oportunidad de dar ejemplo a los más jóvenes, de cómo tratamos a los más viejos, la relación de amores, conyugal, filial, fraterno, paterno y hacia los adultos mayores que pueda haber en la familia, los abuelos, es uno de los elementos más importantes para la estabilidad y el sano desarrollo de la sociedad.
Yo te puedo contar de las experiencias que hemos tenido con las amistades de nuestros hijos, creo que no les comenté que fueron cinco los hijos que nos concedió Dios, el primero y el tercero varones, segunda, cuarta y quinta, mujeres, lamentablemente perdimos uno por aborto espontáneo entre la segunda y el tercero, quien también nos enseñó la parte del sufrimiento y el sentido que se le puede dar, precisamente en el sentido trascendente que se descubre a partir de la convicción del valor de cada uno. Y desde pequeños, siempre supieron que el hogar estaba abierto a los amigos, y actualmente a los noviazgos y parejas, y hemos tenido la oportunidad de compartir con otros que no tenían la experiencia de una familia completa, con padre y madre, numerosa y medianamente funcional, para no presumir. Y siempre hemos podido encontrar momentos de mucha alegría, de mucha convivencia, de mucho dolor, cuando te haces uno con el dolor de otros, y sobre todo una red de contención que te permite multiplicar los recursos de todo tipo, pero sobre todo la riqueza humana, que se organiza y sale al encuentro del otro, sea de los de adentro o de los que vienen de fuera, y en esa donación, en ese sentido de gratuidad, es donde encuentras las grandes satisfacciones que no te dejan con sensación de vacío.

Yo quisiera extenderme mucho más, y hasta este momento, la felicidad que todavía no alcanzamos a probar, es la de ser abuelos, por lo que solamente les puedo decir, que es un bien anhelado, y que seguramente será mucho más gratificante, porque será un amor maduro, tan pleno y tan desinteresado como el amor a los hijos, pero sin la carga de la responsabilidad, por lo que seguramente será algo así como el postre del amor, una donación más libre, más dulce, más o tan ilusionada como la que nos llevó a iniciar el camino, camino que me encantaría que muchos jóvenes se atrevieran a vivir, a pesar de cómo están las cosas, es una situación que ustedes podrían tener lo que decía Hilaire Belloc en su libro “La civilización actual contra el destino del hombre” que termina con la frase, aplicada a la situación actual, que ustedes tendrán:
«La desgracia o la gloria combativa de vivir».
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