Para entender la naturaleza, el contexto y la importancia de esta solemnidad en México, es necesario hacer una revisión muy rápida a los orígenes del México actual a partir de sus raíces.
Antes del encuentro de los españoles con las culturas mesoamericanas, el territorio de nuestro país era ocupado por una diversidad de etnias, algunas de las cuales habían desarrollado conocimientos importantes en astronomía, agricultura, arquitectura, comercio, gastronomía, entre otras, así como organización social y para la guerra. Ésta giraba en torno al concepto religioso como también al de dominación política.
Eran pueblos politeístas, pero al igual que en todas las culturas de la humanidad en todos los tiempos, tenían el concepto de culto, y éste, a su vez, los elementos fundamentales como sacerdotes, altares y víctimas propiciatorias para las diversas deidades, mediante los cuales buscaban beneficios como la conservación del sol y del universo, para solicitar abundancia en las cosechas, fertilidad, y otros. Algunos de sus dioses les exigían víctimas humanas, las cuales en muchos casos eran el resultado de hacer prisioneros de los pueblos con los que entraban en guerra o a los que les cobraban tributos una vez dominados.
Este tipo de sacrificios eran muy abundantes, y la necesidad de dominio de unos pueblos sobre otros, propiciaba un ambiente general de divisiones y conflictos permanentes, que impedían la formación de una conciencia nacional como se entendía ya en el Viejo Mundo al haberse desmembrado las antiguas provincias del Imperio Romano, dando lugar a la formación de Europa, si bien no como la conocemos actualmente, pero sí con un elevado nivel de maduración de conciencias nacionales, en la mayoría de las cuales había predominado la religión católica.

La deidad mesoamericana que exigía la mayor cantidad de sacrificios humanos a la llegada de los españoles a México era “Huitzilopochtli”, la representación del sol, los sacrificios más frecuentes se ofrecían en honor del Sol y de Huitzilopochtli.
Esta religión, estaba muy extendida en casi todo el territorio de lo que fue la Nueva España, y otras regiones hacia el sur, incluyendo lo que hoy son Guatemala, Honduras y Nicaragua.
Sin embargo, esta unidad religiosa no se tradujo en unidad política, fue más bien causa de conflictos constantes, derivados de la misma necesidad de “abastecerse” de víctimas para los sacrificios humanos en honor al Sol y a su deidad Huitzilopochtli.
A la llegada de los españoles, los pueblos más poderosos eran los que conformaban la Triple Alianza, con los señoríos de México-Tenochtitlan, Texcoco y Tacuba, eran el pueblo Mexica, y conformaban el imperio más poderoso de aquel entonces.

España, por su parte, venía de un proceso de reconquista, puesto que había sido invadida por los moros del Islam. Este proceso inicia con el movimiento de resistencia de los reinos cristianos al norte de la Península Ibérica, quienes, al mando de Don Pelayo, Rey de Asturias, se habían mantenido fieles a sus valores religiosos y culturales. El evento significativo que marca el inicio de este proceso de reconquista es la victoria en la batalla de Covadonga, en el año 722 y que se verá culminado hasta el año 1492, con la victoria en Granada, por parte de las tropas de Isabel y Fernando, reyes aliados de Castilla y Aragón, quienes tras de su matrimonio y alianza, lograron la expulsión de los moros en la citada batalla.
Algunos de los personajes y eventos que se suscitaron a lo largo de estos siglos y que darían a España su profunda identidad católica y nacional, fueron:
En el año 1085 Alfonso VI, el rey de Castilla y de León, que conquistó Toledo y reconoció la autoridad del papa como jefe de la Iglesia.
El patrono de España Santiago Apóstol, cuya tumba se venera en Compostela a quien se invocaba como guía y protector de los cristianos en las batallas contra los musulmanes.
Don Rodrigo Díaz de Vivar, el legendario héroe El Cid Campeador, quien luchó al servicio de los reyes cristianos y que logró dominar Valencia en el año 1094.
Alfonso X el Sabio, el rey de Castilla y León que impulsó la cultura y las ciencias, y que intentó crear un imperio universal bajo la corona española.
Isabel la Católica, la reina de Castilla que se casó con Fernando de Aragón y unió ambos reinos, y que apoyó el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492.
Fueron 770 años, en los que se consolidó en España una gran mística de unidad nacional, unidad de valores, de religión, de desarrollo de capacidad militar y estabilidad política, que fueron factores clave para que pudiera lanzarse a la gran aventura de conquistar y evangelizar el Nuevo Mundo.
La conquista de México se produjo en el año 1521, y durante 10 años el proceso de evangelización de los pueblos naturales fue muy lento y difícil, no era fácil que aquellos pueblos también formados por guerreros, aceptaran los cambios de vida, costumbres y religión que implicó el choque de ambas culturas, no obstante que la nueva religión les hablaba ya no de dioses sanguinarios que exigían sacrificios humanos, de acuerdo con su cosmovisión, sino que les hablaban de un Dios que por amor, se había ofrecido voluntariamente como víctima, para hacer posible que fuéramos liberados de la necesidad de seguir ofreciendo víctimas humanas.
Fue necesaria la aparición de la Virgen de Guadalupe, en el año 1531, quien decidió manifestarse al indio Juan Diego Cuautlatoatzin, a quien le pidió fuera su mensajero ante el Obispo Juan de Zumárraga, quien se habría de convencer de la veracidad de lo que decía Juan Diego, en el momento en que se produce el estampamiento de su imagen en la tilma del indio, al desplegarla para mostrar las rosas que había recogido en la cumbre del Cerro del Tepeyac.

La imagen de Guadalupe, resultó ser todo un códice, lleno de imágenes y simbolismos que fueron plenamente inteligibles para los naturales, quienes entendieron que “Ella es la madre del Dios por quien se vive” y de inmediato se identificaron con ella, en un fenómeno de masas que hasta la fecha sigue ejerciendo su magnetismo principalmente en el mes de diciembre, cuyo día 12 ha sido designado oficialmente como el día de su festividad.
En los 300 años que transcurrieron entre la conquista y la independencia de México, de 1521 a 1821, año en que Don Agustín de Iturbide logra la independencia con la entrada del ejército Trigarante a la Ciudad de México, la herencia del encuentro de los españoles con los pueblos indígenas produjo, entre muchos otros, los siguientes frutos:
El papel de la Iglesia Católica como institución que reguló la vida social, cultural y educativa no solo de los españoles, y que promovió la evangelización de América y otras partes del mundo.
El resultado del mestizaje producido en los países de la América Española fue un fenómeno histórico y cultural que dio lugar a una gran diversidad de elementos de identidad, expresados en variadas tradiciones. El mestizaje trajo consigo beneficios como el enriquecimiento de las lenguas, las artes, la gastronomía, la música, la religión y la cosmovisión de los pueblos americanos; favoreció la resistencia, la adaptación, la creatividad frente a las adversidades y los desafíos históricos; es, por tanto, una fuente de orgullo, de identidad y de riqueza cultural para los países de la América Española.
Sin embargo, y pese a todos estos beneficios, a raíz de nuestra independencia fue creciendo paulatina pero inexorablemente la intromisión de las logias masónicas desde el gobierno de Estados Unidos, quienes no veían con buenos ojos el desarrollo y consolidación al que había llegado nuestro país, sino que todo esto fuera de la mano de la Iglesia Católica, que en el período erróneamente denominado Colonial, puesto que no fuimos una colonia sino una provincia de España, había dejado una valiosa herencia consistente en el desarrollo de la arquitectura y urbanización de ciudades emblemáticas como Oaxaca y Guanajuato, la misma Ciudad de México, “La Ciudad de los palacios”, el desarrollo de una importante economía que giraba en torno a la minería, la agricultura, la ganadería, textiles y artesanías, estilos arquitectónicos como el colonial, el barroco, monasterios y conventos, iglesias y hospitales, escuelas, hospicios, fueron más de 14 monasterios construidos por Franciscanos, Dominicos y Jesuitas, tan solo en la zona centro del país, las cinco misiones franciscanas de la Sierra Gorda de Querétaro, fundadas por el franciscano Junípero Serra entre 1750 y 1760 para evangelizar a los indígenas pames, así como las misiones de Baja California. Su arquitectura combina elementos barrocos, indígenas y mestizos, y sus fachadas están decoradas con esculturas policromadas.
El resultado de la negativa influencia de las logias, poco a poco se fue consolidando en el espíritu de las leyes que se fueron generando con la intención de limitar y erradicar la influencia de la Iglesia Católica, de tal forma que ya en la Constitución de 1857 y después en la de 1917, se introdujeron leyes netamente anticatólicas, las cuales al no haber logrado su cometido de descristianizar a nuestro país, fueron creando tensiones entre los gobiernos masónicos y la población católica, hasta que en el año de 1926, como consecuencia del recrudecimiento de estas leyes y la insistencia en su aplicación, entre ellas la conocida como Ley Calles, pues fue impulsada por Plutarco Elías Calles, como presidente de México, llevó a los mexicanos desde las acciones de resistencia pacífica, hasta que habiendo agotado todos los medios legales para lograr el respeto a la libertad de cultos y de religión, la autoridad eclesiástica mexicana decidió suspender el culto público en todos los templos de país, lo que provocó que se tuviera que pasar a la acción armada, en un proceso largo y penoso en el que la Acción Católica Mexicana, junto con su versión juvenil, la ACJM, y otros movimientos que surgieron al calor del conflicto, desde antes de llegar a las armas, como la Liga Nacional de Defensa de la Libertad Religiosa, La Unión, las Brigadas Femeninas Santa Juana de Arco, así como incontables personajes que en lo individual fueron ejemplos de heroísmo y de fidelidad, habiendo tomado las armas o no, pero que llenaron con sus ideas claras, con sus acciones firmes, con su ejemplo íntegro y convencido y por supuesto, miles de ellos con el derramamiento de su sangre, en el período de 1926 a 1929, años en que se produjo lo más álgido de la lucha que llegó a conocerse como Guerra Cristera, puesto que el grito que dio vida y cohesión al movimiento, y que pronunciaran muchísimos de ellos a la hora de entrar en combate o a la hora de ser torturados y ejecutados, era precisamente: “Viva Cristo Rey y viva Santa María de Guadalupe”. Dos ejemplos como muestra, el Beato Padre Miguel Agustín Pro Juárez, fusilado injustamente y el Beato Anacleto González Flores, líder tapatío de la «Liga», torturado y fusilado.

Fusilamiento del Padre Miguel Agustín Pro Juárez, sacerdote jesuita, ejecutado injustamente en la comandancia de policía del DF. Imágenes Bing.

Beato Anacleto González Flores.
Los obispos mexicanos mantuvieron en todo momento contacto con el Vaticano, mantuvieron al Papa informado de los acontecimientos con la celeridad que les era posible por las mismas circunstancias de la lucha y la velocidad de las comunicaciones o del transporte en el caso de emisarios personales o comitivas.
En todo este contexto, México fue el primer país del mundo que se consagró oficialmente a Cristo como Rey del Universo, y se ha consagrado en tres ocasiones, la primera estuvo a cargo del Arzobispo de México, José María Mora del Río el 11 de enero de 1914, para pedir por la paz en México, se escuchó el grito de muchos de los presentes “¡Viva Cristo Rey!”.
La segunda se realizó 10 años después, el 11 de octubre de 1924, en el marco del Congreso Eucarístico, ya en plena persecución religiosa, poco tiempo después estallaría la Guerra Cristera.
La tercera fue ya en este siglo, por parte del Arzobispo Primado de México, Don Norberto Rivera Carrera, quien inauguró un monumento a Cristo Rey del Universo en la Basílica de Guadalupe, el 23 de noviembre de 2013. Por fin los católicos mexicanos podemos ver unidos en un mismo sitio a Cristo Rey del Universo, en “su casa” de Santa María de Guadalupe.


Por otro lado, desde el Vaticano, la Iglesia proclamó la Realeza de Cristo por medio de la Encíclica Quas Primas, emitida por el Papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925, en gran parte inspirado por el ejemplo y el testimonio de México.

Cabe recordar que la Iglesia en México sigue teniendo enemigos, pero sigue teniendo, gracias a Dios, fieles que han estado dispuestos a defender los derechos que del ser católico dimanan, en el orden personal, familiar, social, jurídico y político.
El año de 1975, se llevó a cabo la Segunda Marcha Juvenil Nacional al Cerro del Cubilete, en donde se encuentra el Santuario de Cristo Rey. En dicha ocasión se iban a entregar como ofrenda a la Virgen de Guadalupe unas rosas de plata, que habían salido en procesión desde la Ciudad de México días antes.
Durante la jornada de ese día, hubo diversos incidentes provocados por grupos que iban con la intención de desestabilizar y repartir propaganda en contra de la Marcha y de sus organizadores, a quienes acusaban, entre otras cosas de “Papólatras”. Afortunadamente los encargados de las diversas comisiones habían logrado mantener el orden y con ello el desarrollo del evento.
Sin embargo, cuando se hizo necesario que un grupo de los organizadores del Comité Central de la ACJM, se dirigieran a la población de Silao, Guanajuato, para recibir las rosas de plata para la Virgen, fueron interceptados en un paraje cercano al pequeño caserío llamado Aguas Buenas, ubicado en donde inicia el camino empedrado de aproximadamente 14 kilómetros de largo, hasta la cima, donde se ubica el Santuario.

En ese atentado cobarde, por parte de los enemigos de la Iglesia, fallecieron dos jóvenes, César Fernando Calvillo Silva, y Juan Bosco Rosillo Segura. La marcha como ya se dijo, siguió adelante, pero en la homilía que se pronunció en la Santa Misa, el Obispo Don Rafael Muñoz Núñez afirmó: “Hoy la juventud ha venido a ofrecer a Cristo Rey lo mejor de sus dones, el rojo de la bandera de la ACJM es más brillante por la sangre de sus nuevos mártires”.

Están por cumplirse 50 años de estos acontecimientos, y algunos de quienes estuvimos allí en esa ocasión, queremos transmitir la estafeta a los jóvenes, quienes la tomarán en la Peregrinación Nacional Juvenil del año 2025. Nuestra intención es muy clara, queremos entregar a esta nueva generación de jóvenes, no solamente la estafeta, sino también la memoria histórica de nuestra generación y el compromiso hacia el futuro, pues quienes ahí estuvimos en 1976, hicimos nuestra, de forma simbólica, la estafeta del Cincuentenario de la Guerra Cristera, que fue una guerra por Cristo Rey. En el año 2026 se cumplirá el Primer Centenario del inicio de esta gesta. Con este objetivo, ya se encuentran trabajando un grupo de personas, con la intención de difundir la memoria de Juan Bosco y de César Fernando, promoviendo la formación de grupos que lleven el nombre “Dejar Huella”, en referencia a alguno de los lemas de la trágica y gloriosa Marcha de 1975, que pretenden llevar la memoria y el ejemplo de vida de estos jóvenes, a los diversos ámbitos de nuestra vida nacional.

¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva Santa María de Guadalupe!, ¡Viva México!
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