Primer domingo de Adviento

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Cuando hablamos del Adviento, nos estamos refiriendo al período de 4 domingos, que se suceden entre la Fiesta de Cristo Rey, que acabamos de vivir el sábado pasado, y le fecha de la Navidad, el 25 de diciembre de cada año.  Esta es la razón por la que es movible la fiesta de la Realeza de Cristo.

Sin embargo, hay que decir que el Adviento no se circunscribe a un período de tiempo antes de la Navidad, como tiempo de espera de un suceso, pues podría resultar demasiado poco, para lo que en realidad se celebra.

¿Por qué entonces, la Iglesia nos invita año con año y nos propone este tiempo como apto para la reflexión? Esto se debe a la importancia que reviste para los católicos, el nacimiento de Jesús, el Redentor. Este acontecimiento, cuya historicidad hoy en día prácticamente nadie pone en tela de juicio, aunque muchos ponen en duda el hecho de que efectivamente Jesucristo sea Dios verdadero, su existencia no está sujeta a discusión. La importancia de recordar su nacimiento no tiene por objeto imaginar que nace otra vez, o más aún, si hubiera permanecido en la existencia bajo su naturaleza humana ¿cuál sería su aspecto?

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Debido a que el tema da para mucho, y no pretendo ser exhaustivo, y mucho menos aburrirlos con datos que, a fin de cuentas, no abonarían a la realidad de Cristo, lo que voy a hacer es, intentar lanzar la mirada mucho antes del nacimiento de nuestro Redentor, para que, a la luz de ese panorama con una visión más amplia, nos sintamos un poco más “estupefactos”, ante la magnitud del acontecimiento que estamos empezando a preparar. Espero que me acompañes en este recorrido de cuatro domingos, y que esto nos permita llegar con un espíritu realmente navideño, no tan salpicado de mercadotecnia y de publicidad, con la que se ha pretendido sepultar este que es uno de los más grandes acontecimientos.

Quiero iniciar, hablando acerca de que el Adviento es en realidad una serie de esperas, que han tenido lugar muchísimo antes de que sucediera la encarnación del Verbo, fenómeno al que conocemos como Navidad.

La primera espera, con la que arranca toda esta historia, es la que se da como consecuencia del pecado original, que significó para Adán y Eva, y con ellos para toda la humanidad, la pérdida del estado de cosas querido por Dios, pues una vez que, habiendo cedido a la seducción tramposa que le planteó el maligno a Eva, bajo la forma de serpiente, con la falsa promesa de “Seréis como dioses”, el hombre perdió gran parte de los dones con los que Dios lo trajo a la existencia, de acuerdo con el relato del Génesis, en el que Dios comentó al terminar la creación: “y vio Dios que todo era muy bueno”.

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Y aquí me gustaría incorporar la primera nota de realce en cuanto a la voluntad de Dios, y a su amor, que es eterno e inmutable como Él mismo, es fiel hasta el final y a pesar de todas nuestras fallas y ofensas. Es el mismo Génesis el que nos da la pauta cuando no dice que una vez que hubo creado todo el universo, los mares, plantas, peces, aves, fieras y ganados, todo lo cual realizó emitiendo órdenes, imperativas, con todo su poder creador, “hágase la luz…”, cambia el tono y entonces Dios nos muestra su relacionalidad, cuando dice: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”.

A este hecho no se le da la debida importancia, siendo determinante para entender el Amor de Dios, si fuimos hechos a su imagen y semejanza, quiere decir “como si”, como si Dios hubiera querido hacer con nosotros una imagen de sí mismo, y esto tiene sentido, si pensamos en que siendo Dios eterno, que no ha tenido principio y no tendrá fin, o, dicho de otro modo, que Dios vive en un eterno presente, para Él no hay antes ni después, quiere decir que siempre supo, que su obra favorita, al haberla dotado de libertad, permitió, que esta criatura, voluntariamente lo amara, o decidiera no hacerlo. Y Dios, fiel a su propio designio, desde siempre estuvo dispuesto a hacer algo para lograr que el hombre, pudiera resarcirse de su culpa, y por eso es por lo que, al expulsar al hombre del Paraíso Terrenal, le promete al Redentor, quien tomaría la naturaleza humana como propia. Esto es un Misterio de enorme trascendencia.

Dejemos aquí por el momento, el tema de la relacionalidad de Dios, pues esta es una de las verdades que habrá de ser revelada por el mismo Jesucristo, ya en el Nuevo Testamento, pero sabemos, que Dios entró en diálogo consigo mismo, antes de proceder a crearnos. Con lo dicho hasta aquí, podemos establecer que el primer Adviento, nace prácticamente con el ser humano mismo, y su libertad, respetada por el Amor de Dios, siempre fiel a sí mismo.

Te invito a pensar en la gran importancia de este hecho, pues el único valor que puede decir el ser humano que tiene, del que depende toda su dignidad, es por puro Don, por la benevolencia de Dios, que nos amó primero y desde toda la eternidad. El Amor de Dios por su criatura es algo verdaderamente incomprensible para nosotros, es el gran Misterio del Amor de Dios, y es más antiguo que el hombre mismo, pues Dios nos ha amado eternamente. Podríamos decir, que este primer Adviento fue “genérico”, en el sentido de que se realizó en las personas de Adán y Eva, implicando a todo el género humano.

El segundo Adviento se produce cuando Dios decide escoger al pueblo hebreo como su propio pueblo. Nos dice: “La alianza o compromiso con la nación hebrea fue un efecto del amor divino: ‘Se ligó con tus padres amándolos’ vemos en (DT 10,15; 7,8). Y la redención fraguada en estas gestiones salvadoras que Dios realizó en favor de su pueblo, constituyó igualmente una obra excelsa de amor. Es Él quien nos ha escogido, ya que su designio fue del todo gracioso, sin que en éste interviniera merecimiento alguno por nuestra parte”. (1)

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Este segundo Adviento, ya es mucho más cercano a nosotros en la historia, si bien es cierto que son todavía miles de años los que habrán de pasar, aproximadamente dos mil años, entre la elección de Israel, en el anuncio hecho a Jacob, y el nacimiento de Cristo, dato que sirve para que sigamos cayendo en cuenta, de la trascendencia que tiene este adviento que solemos celebrar, y que no permitamos que pierda su amplio e importante sentido para nuestra vida y nuestra salvación.

Ei tercer Adviento lo podemos ver en la Biblia, entre otras, en la cita del Profeta Isaías, “He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo” (Is 7,14) (2) Efectivamente, nos estamos refiriendo al anuncio de que el Redentor, nacería de la concepción virginal de una doncella judía, quien por Gracia del Espíritu Santo concebiría y daría a luz a un niño, a quien pondría por nombre Jesús. Ella es la Santísima Virgen María, uno de los dogmas fundamentales de nuestra religión católica. A propósito de la maternidad virginal, cito las palabras del P. José María Cabodevilla en la obra citada, página 65, en la que toma a su vez, la opinión de varios Doctores de la Iglesia: “Lejos de significar dos cosas incompatibles, virginidad y maternidad se implican y se dan un abrazo estrechísimo. Veámoslo. Estrictamente, según su significación más excelsa, la virginidad no fue inaugurada por María, la primera virgen es la Santa Trinidad. Dios es Padre, que no necesitó de cooperación ninguna para engendrar, como tampoco fue necesaria materia previa para crear; y la generación del hijo no supuso menoscabo alguno para su ser. Por eso Cristo es hijo de una doble virginidad: “Dios sin madre, hombre sin padre” (3). Mejor que decir que Cristo proviene de la virginidad de María, habría que decir que la virginidad de María procede de Cristo.

Como puedes ver, para podernos poner año con año en “modo Adviento”, es necesario recorrer prácticamente toda la historia del género humano, hasta el momento en el que, a manera de gozne bíblico entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, Juan el Bautista nos presenta al Cordero de Dios, en el momento de su bautismo en el Río Jordán, momento en el que se desvela también el Misterio de la Santísima Trinidad, pues al momento se posó sobre Él el Espíritu Santo en cuerpo de paloma y se escuchó una voz en el cielo, “Este es mi hijo amado en quien me complazco”. Esta Trinidad, fue la que entró en diálogo al momento de la Creación del Hombre.

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Gran misterio, gran acontecimiento, difícil de creer, más que por haber sucedido, que hayamos sido elegidos por Dios como depositarios de ese amor fiel e infinito, que se va a encarnar después de este Adviento que celebramos, y que, como puedes ver, es mucho más que fiestas y regalos.

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(1) Cabodevilla José María, “Cristo vivo”. Biblioteca de Autores Cristianos, cuarta Edición, 1970. Pág. 591

(2) Ídem. Pág. 63 y subsecuentes.

(3) Esta frase específica, la toma de los sermones de San León Magno.



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raulsalastorres

Ciudadano comprometido con México, nacido en 1955 en la Ciudad de México. Convencido de que una sociedad sólida, educada, formada en valores morales y cívicos es pilar fundamental para garantizar el desarrollo integral del país.

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2 comentarios en “Primer domingo de Adviento”

    1. Gracias a ti, Nena Bravo, es importante prepararnos al nacimiento de Cristo, esa es la intención de estas palabras escritas para compartir y si es posible, que sean de utilidad.

      Que tengas un bendecido 1er domingo de Adviento.

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