Fiesta de la Sagrada Familia.

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Dios es Amor, es una frase y una realidad que todos hemos escuchado, pero que tal vez no hemos profundizado en toda la magnífica implicación que tiene para nosotros los seres humanos.

Tomando la Biblia como punto de partida, vamos a ver como en el Génesis, primero de los libros que la integran, hasta el Apocalipsis del Apóstol San Juan, con el que concluye, toda la Biblia es una gran historia de amor, veamos.

En los capítulos uno y dos del Génesis, nos vamos a encontrar los dos relatos que nos hablan de la creación, y en particular de la creación del hombre y de la mujer. Veamos primero lo que sucede en el capítulo segundo, en el versículo 15 dice: “el Señor tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cuidara y lo cultivara, en el versículo 17: “pero del árbol del conocimiento del bien y del mal, no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás”; y a continuación, versículo 18 dijo Dios: “No es bueno que el hombre esté solo, le haré una ayuda adecuada”. Cuando el hombre despierta del sueño inducido por Dios y se encuentra con Eva exclama: “¡Ésta sí es carne de mi carne y hueso de mis huesos, ella se llamará mujer, porque del hombre fue tomada”, versículo 23

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Ahora veamos el capítulo primero, en éste, primero se narra el proceso de toda la creación, desde los cielos y la tierra, el día y la noche, hasta el poblamiento de la tierra con todo tipo de plantas y árboles, animales marinos, fieras y ganados así como aves que vuelan por el cielo, en esta parte del relato de este primer capítulo, hay un dato muy importante, en el versículo 26: “Y dijo Dios, hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. En el versículo 27 nuevamente repite: “Dios creó al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Versículo 28: “Dios los bendijo y les dijo: ’Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla’…”  Y en el versículo 31 dice: “Dios vio todo lo que había hecho; y era bueno en gran manera. Y fue la tarde y fue la mañana el sexto día.

Todo esto que hemos visto, tomado del Génesis, como ya se dijo, no se entendería plenamente, con toda la riqueza que de esto se puede sacar, sin recurrir al Nuevo Testamento, precisamente al primer capítulo del Evangelio de San Juan, el cual nos da la clave para entender todo el significado y la intención del Creador.

El Evangelio de Juan, inicia de la siguiente forma, Capítulo 1, 1-3 nos dice: “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.

La primera relación que quiero hacer entre antiguo y nuevo testamento es que, en el relato de la creación, hay un cambio en la forma de comportarse de Dios, de acuerdo con lo que el texto nos muestra, puesto en el capítulo primero nos habla del proceso de Dios dando órdenes, con su voluntad omnipotente, trayendo las cosas a la existencia con su sola voz Gen 1, 3-25: “Sea la luz…; Haya expansión…; Júntense en un lugar…; Produzca la tierra…; Haya lumbreras…; Llénense las aguas…; Y vio Dios que todo era bueno. Pero en el versículo 26, como ya vimos, cambia su actitud del modo imperativo, al modo reflexivo, que implica el diálogo con alguien más: “Hagamos al hombre…”

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Hagamos al hombre supone que hay un coloquio, que en aquel momento no se entiende plenamente, porque no había todavía el concepto de Dios Uno y Trino, puesto que esto será parte de la Revelación que se nos mostrará por medio de Cristo, quien constantemente nos habla del Padre, mismo que manifiesta su voz, en el bautismo de Jesús en el Jordán, momento en el que aparece también el Espíritu Santo en cuerpo de paloma. Pero lo importante es que a partir de este dato, podemos entender quiénes son los que participan el ese coloquio al que nos referimos, es la Santísima Trinidad, la cual, mediante su relacionalidad, que queda veladamente expuesta en el “Hagamos al hombre…”, y plenamente revelada en el bautismo, la que dialoga, la que reflexiona la forma conveniente de hacer al hombre, concluyendo en lo que sabemos: “Hagamos al hombre conforme a Nuestra propia naturaleza”, la mayúscula vienen en el texto bíblico, «Nuestra», haciendo referencia a las tres Divinas Personas, que forman la única Naturaleza Divina.

¡Este es el privilegio! La Santísima Trinidad, toda la voluntad y todo el Amor de Dios, poniendo en juego su sabiduría plena, su insondable Amor, su omnipotencia absoluta, para buscar la mejor forma de crearnos. ¿Y por qué tanta importancia en la creación del ser humano? Porque en los planes inescrutables de Dios, ya estaba previsto que el hombre caería en desobediencia, a pesar del aviso expreso que recibió Adán en el huerto del Edén. Y como el Amor de Dios es fiel e inmutable, tenía previsto que sería necesario que la Segunda Persona, Jesús, tomara nuestra naturaleza humana, sin menoscabo de Su naturaleza Divina, para poder venir al mundo, para que, mediante su nacimiento, predicación, pasión, muerte y resurrección, el ser humano, a quien Dios ha amado desde toda la eternidad, fuera redimido por alguien verdaderamente humano, pero también verdaderamente Divino.

La segunda consideración, que nos trae a la celebración litúrgica de este domingo, es que si Dios hubiera de hacerse humano, tendría que hacerlo mediante un ser Inmaculado, que no tuviera ni hubiera cometido pecado alguno en su vida, ella es la Santísima Virgen María, concebida sin pecado, pues iba a ser el tabernáculo purísimo en el que fuera concebido, sin participación de varón, por gracia y voluntad divina, con la participación del Espíritu Santo, Mt 1, 18. De San José nos dice el mismo evangelista Mateo, en el versículo 19: “Entonces José, su marido, siendo un hombre justo…” y en el versículo 24: “Cuando José despertó del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a María como como mujer, y la conservó virgen…” La cursiva está en el texto bíblico.

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Vemos claramente que se trata de un privilegio excepcional, María, concebida sin pecado, y José, hombre justo ante Dios, obediente y casto, son padre y madre de Jesús, el Verbo, que existía antes de que todo existiera, ellos son los integrantes de la Sagrada Familia, cuya fiesta se celebra hoy en la Liturgia Católica.

Aquí vemos con toda claridad, que el designio creador de Dios se cumple, pues desde el principio nos creó hombre y mujer, varón y mujer los creó, por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Entonces, la Sagrada Familia es la consumación del modelo propuesto por Dios, padre, madre e Hijo(s), son el modelo mediante el cual se hace posible la prolongación en el tiempo y en la historia, del género humano, cuyas vicisitudes en este mundo, constituyen el Plan de Dios para nuestra salvación.

La plenitud de los tiempos se da con la llegada del Salvador, y en ese trascendental acontecimiento, como que Dios rubricara de manera autógrafa, su voluntad de habernos hecho a Su imagen y semejanza, llegando su Amor a tal punto, que permite que su Hijo Divino se haga uno como nosotros, para volver a abrirnos el camino hacia la vida eterna, para la cual nos quiso desde toda la eternidad.

Por eso la Iglesia, sabiamente nos invita a celebrar este domingo la consagración de la Familia, como la manifestación plena del Amor de Dios, y de la forma en la que quiere que nos amemos los hombres, unos a otros, como Él nos ha amado, pero en el caso del amor matrimonial, del amor nupcial, esponsal, ha de tener cuatro notas distintivas: libre, total, fiel y fecundo. Son las cuatro características que se realizan en potencia, en intención, en el momento del “Consentimiento” que pronunciamos los esposos en el momento del Sacramento, que son el fundamento de la indisolubilidad del matrimonio, por naturaleza y por finalidad, el amor matrimonial, la donación plena de la totalidad de la persona de los cónyuges, alma y cuerpo, tiene su razón de ser en la necesidad de certeza, la garantía de una familia estable en el tiempo, para  que la generación de la vida tenga viabilidad, seguridad de ser amada siempre, por parte de la mujer, y garantía de ambos de fidelidad, entrega, congruencia y constancia con el consentimiento.

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Como vez, razones, argumentos, realidades, promesas de futuro y trascendencia, no nos faltan, en estos pocos ejemplos que hemos tomado, para afirmar que la familia es la cristalización de amor, como Dios lo ha querido, como debemos entenderlo y defenderlo, del que debemos sentirnos orgullosos, y dar razón de ello a cuántos lo soliciten, sobre todo con el ejemplo de vida familiar, de pareja, aceptando las buenas y las malas, sin olvidar que cuando pronunciamos el consentimiento, aceptamos la participación de la gracia, a cuya fidelidad nos conduce la oración y el sacrificio cotidiano, porque Cristo no quiere que ninguno de los que se le encomendaron se pierda, por ello, mediante la gracia, Él camina con nosotros, goza con nosotros, sufre con nosotros, y, sobre todo, nos está esperando en la casa del Padre, a la que aspiramos llegar y tener algún día “a nuestros hijos compartiendo alrededor de la mesa que nos tiene preparada.  

¡Ahhh! Y respecto del Apocalipsis, solo unas cuantas palabras, no menos importantes. En el penúltimo capítulo, el 21, 9-11 nos dice San Juan Evangelista: «Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas siete plagas, y habló conmigo diciendo: ‘Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero’. Entonces me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, y tenía la gloria de Dios.


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raulsalastorres

Ciudadano comprometido con México, nacido en 1955 en la Ciudad de México. Convencido de que una sociedad sólida, educada, formada en valores morales y cívicos es pilar fundamental para garantizar el desarrollo integral del país.

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