Hace 50 años.

Logotipo original del Movimiento Dejar Huella, por Arq. Fabiola López.

Hace 50 años estuve aquí, en la montaña de Cristo Rey, tenía entonces 20 años, dado que la Marcha Nacional Juvenil se llevaba a cabo hacia fin de año, en el mes de noviembre en que se celebra la Fiesta de Cristo Rey, con la que se cierra el año litúrgico. Era importante estar aquí.

Hoy las cosas son muy diferentes, hoy se celebra todo un festival a lo largo de toda la noche, grupos musicales y animación, se suceden en tanto que se van congregando los miles de jóvenes, 38,000 este año, según las cifras que se dieron a conocer, cuyo arribo dura toda la noche debido a los diversos lugares de nuestra amplia geografía nacional, que les representa trayectos desde menos de una hora, hasta más de 12.

Sin embargo, ese no es obstáculo, los jóvenes son convocados con suficiente anticipación gracias a la estructura con la que ahora cuenta el movimiento Testimonio y Esperanza, encargado desde hace varias décadas de la organización de este magno acontecimiento juvenil, que año con año reúne a jóvenes de todo el país.

Gran ambiente en el festival inaugural de la Marcha.

Como les decía, hace 50 años se llevó a cabo la 2ª Marcha Nacional Juvenil, organizada en aquella ocasión por la ACJM, y sus comités directivos, nacional y regionales. Era 22 de noviembre de 1975, el evento estaba programado para que los numerosos contingentes ascendieran los 14 kilómetros de empedrado para llegar ante el Santuario de Cristo Rey y su imponente escultura, ahí se celebraría la misa a las 7 de la noche, y posteriormente estaba previsto llevar a cabo tertulias en torno a fogatas, en donde los cantos y la alegría de la juventud se pudieran expresar en esa especial atmósfera que siempre ofrecen los lugares elevados, que brindan vistas espectaculares, tanto de día como de noche. Pero, no todo sucedió como se esperaba.

Pero vamos al inicio, te decía que hoy las cosas son muy distintas. En aquellos años, todos los que formábamos parte de las diversas comisiones, llegábamos con anticipación, nos instalábamos a cielo abierto, muy estrellado, por cierto, puesto que no había prácticamente ninguna competencia lumínica en el pequeño caserío que era Aguas Buenas, lo cual permitía que el cielo nos brindara una cantidad incalculable de estrellas, imposibles de ver desde la ciudad de México o cualquiera otra. Este encanto, sin embargo, no debía distraer nuestra atención, puesto que estábamos en diversas comisiones y, por lo tanto, nuestros cinco sentidos debían estar puestos en el desarrollo de las encomiendas de cada cual.

En aquel año yo estuve en la comisión de transportes, que implica llevar el control de todos los autobuses en los que llegaban los contingentes, a partir del momento en el que realizaban su trámite de registro y se les asignaba su respectivo número, bajaban a sus contingentes ahí en Aguas Buenas, para esperar el momento de iniciar el camino de subida hacia el Santuario, se les asignaban lugares previamente establecidos para su acomodo, se hacía una relación de ubicación-número asignado, que era la base para que todos los jóvenes pudieran ubicarlos al momento de la partida de regreso a sus lugares de origen.

Yo estuve ahí muchas veces, las últimas ya asistían también mis hijos en los contingentes juveniles, de hecho, en mis tiempos de noviazgo con quien ahora es mi esposa, llegamos a estar en estos eventos, pero sin la posibilidad de disfrutarlos juntos, dado que ella iba con algún contingente, a veces encargada de alguno de ellos, mientras que yo estaba en alguna de las comisiones, como ya dije. Pero hay cosas que se quedan grabadas, por ahí en alguno de tantos cajones de recuerdos que tenemos en el cerebro, y que se activan de manera muy vívida cuando la ocasión lo permite y lo amerita. Tal fue el caso de este 25 de febrero de 2025, volví a estar ahí, bajo el cielo estrellado de Aguas Buenas, el ambiente, como ya dije, ya es muy distinto, pues hoy se cuenta con toda una infraestructura que hace posible la realización del festival, que se prolonga durante toda la noche. Pero hablando de rememorar, hay aromas y sonidos que te transportan de inmediato a épocas anteriores, hasta 50 años antes, tal es el caso, por ejemplo, del aroma al diésel que  emiten los ronroneantes motores de los autobuses, su lenta marcha, debido a los muchos que son, a los grupos de entusiastas muchachos, quienes entre desperezándose si es que venían dormidos, o los que siempre tienen la pila cargada, con su especial algarabía, que les impiden la marcha más rápida, y la parada que tienen que hacer para el descenso y registro, el polvo que se levanta del camino, el aroma de los puestecitos de café y alguna que otra cosa para vender, todos esos elementos formaban un mágico ambiente, en el que también la emoción de ver cómo se van juntando, a lo largo de toda la noche, son recuerdos que vuelven con gran fuerza, como si hubiera sido ayer.

El ambiente de llegada.

Haber estado toda la noche en el “stand” de Dejar Huella, a unos metros del monumento donde descansan los restos de Juan Bosco y César Fernando, dando información sobre los acontecimientos de 1975 a tantos jóvenes que se acercaban, estuvimos mano a mano algunos de mi generación como Francisco Lilí, o de la ACJM como Pedro Mejía y sus compañeros de la comunidad de la Presa, quien conoció personalmente a Juan Bosco, así como jóvenes de la generación actual, como Fabiola López, Raquel y Águeda, su hermana y sobrina, respectivamente, Héctor Burgueño, Diego y algunos otros, que sería prolijo enunciarlos a todos, haber descansado un rato en un saco de dormir ahí mismo a campo abierto, son grandes experiencias que no tienen precio.

Pero en aquel año, no estábamos para disfrutar de toda esta sinfonía de vista, sonidos, aromas y emociones, teníamos que cumplir la parte que nos correspondía en esta gran coreografía de juventud que se organiza para postrarse a los pies de Cristo, nuestro Rey. Así que no quedaba más remedio que tomar cada cual su posición y desempeñar su tarea, eso sí, con todo el entusiasmo que ameritaba.

Todo habría estado muy bien, como había sido el año anterior, 1974, en el que se realizó la 1ª Marcha, de la que ya también teníamos gratos recuerdos. No sospechábamos que la Providencia Divina tenía preparado algo de lo que, respetando la libertad de algunos enemigos de la Iglesia, desde la aparente, a los ojos humanos tragedia, que estaba por suceder horas más tarde, se reafirmara la determinación y la fe de los jóvenes que año con año han seguido viniendo a Cristo Rey, ahora en el mes de enero, en recuerdo de nuestro querido Papa San Juan Pablo II, quien estuviera por primera vez en México el 26 de enero de 1979.

El antecedente viene desde la Ciudad de México, concretamente desde la Basílica de Guadalupe, pues desde ahí salieron hacia Silao, Guanajuato, unas rosas de plata, que, como ofrenda por parte del Santuario Guadalupano, se envió hacia Cristo Rey, de la Santísima Madre a su hijo, el Rey de la Paz. El trayecto fue mediante una carrera de relevos en la que además de las rosas, se portaba una antorcha encendida. Esa ofrenda de las rosas efectivamente llegó a la ciudad de Silao, lugar al que se disponían a llegar para recogerlas, tres miembros del Comité de la ACJM, Juan Bosco Rosillo Segura, César Fernando Calvillo Silva, así como Isaac Balderas. Dado que el camino estaba bloqueado totalmente por la gran cantidad de camiones que habían llegado a lo largo de la noche, y que a esa hora ya no podían subir, pues ya estaban subiendo los miles de jóvenes, tuvieron que tomar una brecha como atajo, que algunos lugareños les indicaron.

Lamentablemente esa condición de brecha, apartada como a 100 metros del entusiasta movimiento que se desarrollaba, propició que nuestros amigos fueran emboscados por un grupo de enemigos de Dios y de la Iglesia, quienes les bloquearon el paso y después de insultarlos, le dispararon a sangre fría, diciéndoles que, por estar a favor del Papa, según constató más tarde Isaac Balderas, único sobreviviente del nefasto acontecimiento, a los miembros del Comité Central dela ACJM. De tal manera que aquella ofrenda que habría consistido en “Rosas de Plata”, se convirtió en Sangre de Mártires, que siempre se convierte en semilla de nuevos cristianos, como lo afirmaría categóricamente Monseñor Rafael Muñoz, tanto en la celebración eucarística, esa misma noche, como en la carta que dirigió posteriormente a la ACJM.

El 25 de enero de este año 2025, año del Centenario de la publicación de la Encíclica Quas Primas, que proclama la Realeza de Cristo, y casi a 100 años del inicio de la Contrarrevolución Cristera, en la que el gobierno represor de los derechos de libertad de conciencia y religiosa regó con la sangre de sacerdotes y laicos, nuestra Patria, se conmemoró este 50 Aniversario de la muerte de Juan Bosco y César Fernando, se entregaron pergaminos como estafetas históricas con el compromiso por parte de los jóvenes de hoy, de seguir viniendo a Cristo Rey durante los próximos 50 años, una antorcha, al igual que en aquel entonces, también estuvo presente.

El mensaje a los jóvenes para 50 años más.
Entrega de los pergaminos con el compromiso de 50 años más.

La santa misa fue multitudinaria, se llevó a cabo a las 12:00 horas, tal como estaba planeado, la ofició Monseñor Jaime Calderón Calderón, Arzobispo de León, con muchos concelebrantes, la participación del coro y orquesta de la Parroquia de la Sagrada Familia, en la Colonia Portales de la Ciudad de México, que le dio realce a la imponente ceremonia, muchos jóvenes se acercaron tanto al sacramento de la Reconciliación, como al de la Eucaristía, lo cual es de suyo un gran valor y parte central del objetivo de estas marchas juveniles.

Posteriormente todos los jóvenes procedieron a buscar alternativas de comida, ya sea mediante alimentos que llevaran preparados, o escogiendo entre las diversas opciones que ofrecen los puestos que están en el entronque con el camino de Guanajuato, de los que también tenía yo grandes recuerdos.

La mayoría llegan hasta el Santuario, y al bajar, eran tantos y tantos jóvenes que literalmente colapsó el punto de encuentro entre los que subían del lugar en donde había sido la misa y los que bajaban del santuario, pero nada impidió que el ambiente de los jóvenes se mantuviera siempre en alto y nunca hubo desorden, empujones, todo era gusto y entusiasmo.

Posteriormente fueron abordando a sus respectivos autobuses para ir hacia Guanajuato a disfrutar de una callejoneada, con la que terminaron esta inolvidable jornada y retornaron a sus lugares de origen.

Ellos dejaron su huella, nosotros dejaremos la nuestra siguiendo a Cristo Rey.

Finalmente, Dios se sirvió, como siempre ha hecho, hasta de las obras del maligno, para hacer que su plan de salvación prevalezca, puesto que el precio de la vida de nuestros dos amigos, ciertamente muy alto, ha redituado en miles y miles de jóvenes que siguen asistiendo a la Montaña de Cristo Rey, y que siguen saliendo de ahí transformados por Él, convertidos después de experimentar un encuentro personal con Cristo, quien siempre nos está esperando. ¡Sobre todo en este Año Jubilar de la Esperanza!


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