¡Cristo Rey subió hacia el Padre!

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¡Ayer cerramos un ciclo trascendental! La conmemoración de la Ascensión del Señor no es solo un evento litúrgico, sino una explosión de significado que nos empuja a mirar hacia lo alto con esperanza. Todo converge en un solo propósito: anunciar con alegría que Cristo, habiendo cumplido su misión en la tierra, regresa glorioso a la casa del Padre. La Liturgia nos guía, nos envuelve en este misterio divino, recordándonos que la historia de la salvación no es un relato del pasado, sino una realidad que sigue latiendo con fuerza en nuestro presente.

Las lecturas, el Evangelio, la predicación de los sacerdotes alrededor del mundo reviven un camino que comenzó con el anuncio a María, atravesó el dolor de la Pasión y la Muerte de Cristo, nos dejó el regalo de su Madre como madre nuestra, y culmina con su glorificación eterna. Cristo asciende, pero no nos abandona—nos abre el camino a la eternidad.

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Sin embargo, la Liturgia no es solo un recuerdo, es un llamado vivo, ardiente y actual. La Iglesia, como madre y maestra, nos orienta para no solo recordar el amor de Dios, sino vivirlo intensamente. Lo que sucedió hace más de dos mil años sigue siendo eterno porque fue un acto de Dios. ¡No somos espectadores de la historia, sino protagonistas en ella! La Ascensión nos grita que nuestra existencia tiene un destino glorioso, porque Dios, en su infinito amor, nos ha querido y nos ha redimido con un acto que trasciende los siglos y alcanza la eternidad.

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¿Y qué decir de la alegría y esperanza que brotan de este acontecimiento? ¡Todos hemos sido rescatados! ¡Todos hemos sido llamados a la vida eterna! Nuestra vida es un suspiro, un breve instante, una oportunidad única de decidir cómo queremos vivir ese regalo divino. Como los ladrones en la cruz, tenemos dos caminos: desafiar a Dios, exigirle pruebas, o reconocerle como nuestro Salvador con humildad. Nuestra elección determina nuestro destino. ¿Viviremos indiferentes o llevaremos el Evangelio a todos los rincones del mundo?

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Además, ¡qué tiempo tan emocionante para la Iglesia! Con la llegada del Papa León XIV, se abre una nueva etapa, particularmente para los jóvenes, que encontrarán en él un pastor cercano, inspirador y lleno de energía. El próximo mes de julio, cuando miles de jóvenes se congreguen en Roma, se reafirmará ese ardor juvenil que ya había encendido los corazones con el Papa Francisco. Ahora, con una nueva presencia, una mayor cercanía generacional, la Iglesia seguirá irradiando esa juventud eterna que es propia de Cristo. ¡Nos encaminamos hacia el 2033, el Segundo Milenio de la Redención! ¿Acaso hay una mejor época para soñar en grande y actuar con valentía?.

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Son tiempos de decisiones, tiempos de desafíos donde debemos tomar postura. ¿Seremos los Gestas, los Judas, los Pilatos, los fariseos que se quedaron atrapados en su orgullo, o seremos los Dimas, los Pedros, los Pablos, los Teresa de Ávila, los Carlo Acutis, los José Sánchez del Río? Mejor aún, seremos nosotros mismos, pero caminando la senda correcta, la que nos acerca más a Dios.

Pidamos fervientemente la gracia, invoquemos al Espíritu Santo, cuya llegada celebraremos el próximo domingo 8 de junio. Que nos ilumine, que nos inflame el corazón, que nos guíe para asumir con valentía nuestra misión en esta historia de salvación que no es solo del pasado, sino del presente y del futuro. ¡Estamos llamados a la eternidad, a la gloria de Dios!

Voz: Raúl Salas Torres. Salmo 39, hora Sexta, 26 de mayo 2025. Pista musical: Messiah, Handel. http://www.studio.youtube.com

«Me abriste el oído». Imagen tomada de Pinterest.


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raulsalastorres

Ciudadano comprometido con México, nacido en 1955 en la Ciudad de México. Convencido de que una sociedad sólida, educada, formada en valores morales y cívicos es pilar fundamental para garantizar el desarrollo integral del país.

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