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Desde el vientre materno, Juan Bautista se convierte en el primer testigo del Verbo encarnado. En la Visitación, María -la llena de gracia y primera evangelizadora– lleva en su seno al Salvador, y al llegar a casa de Isabel, el niño Juan salta de gozo. Esa exultación no es simple conmoción fetal por el encuentro de María con Isabel, quien, según el anuncio del ángel, está en el sexto mes: es el júbilo profético que reconoce la cercanía, la presencia del Salvador. ¡Qué maravilla que la misión evangelizadora comience con un saludo de amor y una vida que se estremece ante el Verbo Divino!

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El himno resalta a Juan como luz que antecede, que anuncia la llegada del Sol. Su vida es toda una misión desde el desierto, una existencia consagrada al testimonio, al ascetismo y a la verdad sin componendas, a la denuncia de lo que no estaba bien. Su voz no busca aplausos, sino preparar corazones. Y al señalar al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Juan entrega la antorcha profética, sabiendo que su papel es menguar para que Cristo crezca, para que brille la Verdad. Es el gozo humilde del servidor que no quiere ser protagonista, sino vocero. También nosotros, la generación que mengua, tomemos y pasemos esa antorcha a los que ya vienen tomando sus puestos.

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Hasta en su muerte, Juan revela la coherencia valiente del profeta. Su martirio no es tragedia sino consumación. Muere por la verdad, como antes vivió para proclamarla. El himno lo contempla no sólo como “voz que clama en el desierto”, sino como aquel cuya sangre sigue proclamando: «¡preparen el camino del Señor!» Su vida entera, desde el vientre hasta la prisión, y la muerte, está tejida con el hilo del Reino que ya se acerca. Su voz, de manera misteriosa, sigue proclamando en nuestros corazones, sigue pasando la antorcha a los que han de ser testigos y quieren dejar su huella. Hace 50 años dos jóvenes fueron asesinados al pie de la Montaña de Cristo Rey, César Fernando Calvillo y Juan Bosco Rosillo. ¡Su sangre también sigue llamando a nuevos jóvenes a Dejar Huella!


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Y finalmente, el canto nos lanza hacia lo alto, hacia la esperanza escatológica. Juan, precursor en todo, lo es también de la gloria, al bautizar a Jesús, ¡la Trinidad Santísima se reveló ante nosotros!: su palabra nos señala que la Historia, conducida por Dios, su dueño, tendrá un fin y una plenitud, y que el tiempo camina inexorablemente hacia Cristo resucitado. El himno no es una simple rememoración poética, es una profesión de fe entusiasta: ¡La Salvación ha irrumpido en la Historia, y el Precursor nos señala hacia la vida eterna! El Papa León XIV ha iniciado su pontificado con tonos Juaninos, con claridad y confianza, con autoridad y convicción, renovando el entusiasmo de la Iglesia y asumiendo la eterna juventud de Cristo y la actualidad perenne de su Palabra. Vayamos con él, en este tramo del camino. ¡Llenos de Esperanza!

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Voz, Raúl Salas Torres. Himno de Laudes de hoy 24 de junio 2025. Fondo musical: Final Soliloquy, Asher Fulero. http://www.studio.youtube.com

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