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El trabajo, Señor, de cada día, nos sea por tu amor santificado… Estas palabras, que abren el himno de la Hora Tercia, nos sitúan en el corazón de la jornada: el momento en que la fatiga comienza a pesar y el alma necesita renovarse. Es también la hora en que Pedro velaba por la Iglesia naciente, discerniendo caminos, confirmando en la fe, sosteniendo a sus hermanos con la autoridad recibida del Señor. Pablo, por su parte, proclamaba con pasión el Evangelio más allá de fronteras, tendiendo puentes entre pueblos y culturas, haciendo de cada lugar tierra fecunda para la Palabra. Con toda razón la Iglesia los celebra juntos, como las dos columnas en que se fundamenta. En este sencillo canto, la Iglesia nos recuerda que el Espíritu también se derrama a media jornada, cuando el corazón se abre.

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San Pedro y San Pablo son, en este contexto, modelos del trabajo santificado. Pedro, el pescador rudo transformado en roca firme, conoció las caídas y las lágrimas, pero también la fidelidad hasta la cruz. Pablo, el perseguidor convertido en apóstol de los gentiles, es decir, los que no eran judíos, abrazó el sufrimiento con gozo, sabiendo que su carrera no era por gloria humana. Ambos hicieron de su vida una ofrenda, testimoniando con su sangre que el Reino vale más que la vida misma. Su martirio, lejos de ser derrota, es la plenitud de su misión: mediante la cual se hace patente la gracia.

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En un mundo agitado por la incertidumbre y el ruido, donde el relativismo pretende dejarnos sin velas ni brújulas, el testimonio de estos apóstoles resplandece como faro. No fueron héroes inalcanzables, sino testigos renovados por la misericordia. Su fidelidad brota de una relación viva con Cristo y de la acción del Espíritu, ese mismo que pedimos al rezar la Hora Tercia. Espíritu que fortalece en la debilidad, consuela en la tribulación y enciende la Esperanza incluso en los días nublados. En ese fuego humilde y constante, el alma aprende a resistir y a confiar, sabiendo que la Palabra del Señor es inmutable, es guía segura y fuente de criterios de verdad para la vida.

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Hoy, el Papa León XIV -sucesor de Pedro-, y, al parecer, predicador audaz como Pablo, nos va guiando en medio de un tiempo que busca sentido y verdad. En torno a él, como comunidad, estamos llamados a renovar nuestra fidelidad a Cristo, no con rigidez, sino con una fe que escucha y discierne. La memoria de los mártires no es solo recuerdo, sino semilla: el Centenario de la declaración de la Realeza de Cristo, nos inspira a vivir con valentía, a orar con perseverancia y a trabajar con alegría en la viña del Señor. Pidamos a María Santísima que la Hora Tercia y el final de nuestros días nos encuentre así: atentos, fieles y esperanzados, como quienes saben que Dios sigue obrando en medio del día, de toda nuestra vida. Vivamos con Esperanza y mantengámonos siempre, en la fidelidad al Papa.

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Voz: Raúl Salas Torres. Pista musical: Pastorale, Joel Cummins. http://www.studio.youtube.com

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