Vigilancia cumplida, esperanza sostenida

Imagen tomada de Pinterest.

La esperanza no espera en silencio absoluto: se sostiene en la vigilancia y se dulcifica en la compañía de María, que sigue con nosotros, ella es la Estrella que orienta, la brújula que nos indica el camino de la espera, de la preparación, de la obediencia, obediencia consciente no impuesta, la libertad de su SÍ es inspiración y ejemplo para nosotros, ella tomó el riesgo, lo miró de frente y dijo Sí. ¡Y se puso en camino!

San Pablo: “Seamos sobrios; revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación.” (1 Tes 5,8) 

No es casualidad que se entrelacen palabras que nos evocan armaduras y prendas para el combate, para iluminar el ejercicio de las tres virtudes cardinales, la fe, la esperanza y  la caridad, identificadas con yelmo, armadura, podríamos decir cotas de malla de hierro, espada y escudo, pero son a nivel espiritual, pues también en el terreno espiritual tenemos enemigos, de los  que debemos defendernos y mantenernos  alerta, ya mencionamos algunos, la inmediatez, el falso brillo de las realidades finitas, la desvinculación, pero hay más, la soberbia, la envidia, la ira y la lujuria, éstas y otras, con sus excesos, es lo que nos propone el mundo, lo que trata de imponer. 

Por eso María camina con nosotros, nos enseña a confiar, a ser pacientes, a hacer oración, a tener presencia de Dios. Su amor maternal, es nuestra garantía de que es posible recorrer este camino. 

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El sábado culmina la primera semana de Adviento. Hemos velado, hemos esperado, y ahora la vigilancia se convierte en certeza confiada. 

La vigilancia como fidelidad: 

El sábado nos recuerda que la espera no es pasiva. Hemos velado con sobriedad, atentos a la voz del Señor que nos resuena en el corazón. La vigilancia es fidelidad: permanecer despiertos, incluso cuando el cansancio o la rutina podrían adormecernos, ya que no es una obligación impuesta, es la alegría de esperar a Alguien, que nos ha amado desde siempre y a quien estaremos gustosos de recibir. 

La esperanza como armadura: 

San Pablo nos invita a revestirnos con la coraza de la fe y la caridad, y a protegernos con el yelmo de la esperanza. La esperanza no es un sentimiento frágil, sino una fuerza que sostiene y defiende el corazón en medio de la incertidumbre. Con ellas, él recorrió confiado su camino difundiendo el Evangelio, ¡con más empeño que cuando era perseguidor! pues ahora sabía, por el mismo Cristo, que estaba en el camino correcto. 

La dulzura de María en la espera: 

La semana se cierra con la gran confianza y por la presencia amorosa de María. Ella vela con nosotros, como madre que acompaña en silencio y ternura. Su humildad en el SÍ nos enseña que la vigilancia se hace más llevadera cuando se comparte, y que la esperanza se dulcifica en compañía, en efecto, ella sabía, intuía, y no se equivocó, que San José, con quien había celebrado esponsales, -la boda estaba pendiente-, sabría entender que su arriesgada decisión, tenía el mismo fundamento que él tenía, era hombre de fe, y la amaba con un amor libre, fiel y total hasta las últimas consecuencias. Vaya lección y elección del amor que hizo posible que la Sagrada Familia tuviera un jefe de familia, a la altura del Hijo de Dios. 

Imagen tomada de Pinterest.

 La semana se cierra con firmeza, pero también con dulzura. La vigilancia cumplida nos prepara para continuar con esta fe fuerte y convencida. El camino de la conversión y la constancia en la segunda semana. 

No olvides tus armas espirituales, y refuérzalas con la oración frecuente y los sacramentos.

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raulsalastorres

Ciudadano comprometido con México, nacido en 1955 en la Ciudad de México. Convencido de que una sociedad sólida, educada, formada en valores morales y cívicos es pilar fundamental para garantizar el desarrollo integral del país.

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