2° Domingo de Adviento. Conversión y camino.

Imagen tomada de Pinterest.

La esperanza se convierte en camino, y el camino en encuentro. 

 

Evangelio: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” (Lc 3,4) Los caminos que hay que allanar son los tortuosos caminos de nuestra vida interior, aquellos que mantienen nuestro corazón bloqueado por una coraza de cosas inútiles, superfluas, preocupaciones sin razón, inseguridades, vanidades y soberbia, apegos al confort, al consumo y tantos etcéteras.

San Pablo: “Despojémonos del hombre viejo con sus obras y revistámonos del hombre nuevo, creado según Dios en justicia y santidad.” (Ef 4,22‑24). Porque el hombre nuevo es el que nace del espíritu y no de la carne, ese que perdimos cuando quisimos dejar de ser criaturas y quisimos «ser como dioses», pues al no reconocer nuestro ser finito, comenzamos a sentir la angustia ante la grandeza de toda la creación, porque hemos perdido nuestra armonía original con ella al pretender ocupar el lugar de Dios.

Papa Francisco: “El tiempo de Adviento nos infunde esperanza, una esperanza que no defrauda.”  Porque el Amor de Dios es tan inconmensurable, tan misterioso e inexplicable, como inexplicable es que la Omnipotencia se haya hecho criatura y muriera por nosotros.

La mejor forma de entender a Dios es ponernos en disposición de ser encontrados por Él, pues siempre está dispuesto al encuentro, somos nosotros los que nos hemos hecho sordos e insensibles a su voz, a sus mociones, que día con día nos brinda, sin que siquiera nos demos cuenta.

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 Tras la primera semana de vigilancia y esperanza, el Adviento nos invita ahora a preparar el camino. La llamada se hace más exigente: no basta con esperar, hay que disponerse a la conversión. Así como cuando limpiamos y ordenamos la casa, movemos, seleccionamos, elegimos y renunciamos a diversos objetos para que otros lleguen, es necesario el desapego a los bienes, no aferrarnos, lo mismo pasa en nuestro interior. Tenemos que elegir hábitos buenos, renunciar a otros no tan buenos o nocivos, incluso inocuos, si impiden el paso a algo mejor. Y si nos dejamos guiar por la voz de Dios, que nos llega por diversas vías, será mejor el proceso.

La conversión como apertura al amor: No es solo cambiar de rumbo, el rumbo en sí mismo no es lo importante, sino abrirse al amor que transforma. La esperanza se hace camino cuando se traduce en gestos concretos. El verdadero camino es el amor mismo, tal como nos lo dijo Cristo «Yo soy camino, verdad y vida». Cada uno nos lleva al otro, porque Cristo como camino no puede llevarnos a la mentira, y a través de la verdad, profesada en congruencia, no podemos sino encontrarnos con el Autor de la vida.

El testimonio de San Pablo: Su encuentro con Cristo lo sacudió y lo puso en camino. De perseguidor pasó a apóstol, mostrando que la conversión es posible incluso en quien parecía más lejano. Lo único que necesitamos es querer, sí querer aceptar la gracia y la salvación, como lo expresaba San Agustín, «Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti.» Y San Pablo vivió buscando la verdad, hasta que ésta lo encontró a él, y sin dudarlo, la profesó.

    El camino compartido: La conversión no se recorre en soledad. María nos orienta como brújula humilde, así como lo hizo en las bodas de Caná, «Hagan lo que Él les diga», ella siempre nos conduce al Hijo y la comunidad nos sostiene. ¡El Adviento es caminar juntos hacia la luz que viene! 

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       Este domingo abre la segunda semana como un umbral de preparación. La esperanza se convierte en paso concreto, y el camino en encuentro con el Dios que viene. 


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      raulsalastorres

      Ciudadano comprometido con México, nacido en 1955 en la Ciudad de México. Convencido de que una sociedad sólida, educada, formada en valores morales y cívicos es pilar fundamental para garantizar el desarrollo integral del país.

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