¿No estoy yo aquí que soy tu madre?

Imagen tomada de Pinterest.


El Adviento se abre hoy con un resplandor particular: la voz de María en el Tepeyac, que se dirige a Juan Diego con ternura y confianza. Sus palabras no son teoría, son caricia y promesa: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo?” En ellas se revela la esencia del Adviento: la certeza de que Dios viene, acompañado por la Madre que nos sostiene en el camino.

En medio de un mundo que a menudo parece frío y distante, el mensaje de la Virgen de Guadalupe resuena con una fuerza única: es el más tierno y cariñoso que María ha pronunciado en la historia. Sus palabras a Juan Diego —“¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo?”— no son solo frases piadosas, son un abrazo que atraviesa los siglos y llega hasta nosotros.
La juventud de hoy, marcada por la incertidumbre y la búsqueda de sentido, necesita escuchar esta voz cercana. No es un discurso abstracto ni una doctrina complicada: es la certeza de una madre que acompaña, que consuela, que sostiene. En el Tepeyac, María se mostró como madre de todos, con un lenguaje afectivo que toca el corazón y despierta confianza.
El mensaje Guadalupano es distinto porque no se limita a exhortar o advertir: se inclina hacia el hijo que sufre, lo mira con ternura y le asegura que no está solo. Esa dulzura maternal es la que convierte su palabra en medicina para las heridas del alma y en luz para quienes caminan en la oscuridad.

La fuerza del mensaje está en su cercanía cultural y espiritual. En el mundo náhuatl, la figura de Tonantzin evocaba la imagen de la madre protectora. María asumió ese lenguaje y lo elevó, mostrando que el amor de Dios se hace presente en gestos concretos de cuidado y ternura. Así, Guadalupe no solo evangelizó, sino que sanó la memoria de un pueblo herido, reconciliando culturas y abriendo un camino de unidad.

Imagen tomada de Pinterest.

Para los jóvenes, este mensaje es vital:

  • Lenguaje afectivo: María no habla de deberes, habla de amor.
  • Consuelo real: Sus palabras responden al miedo y la fragilidad, como lo hizo con Juan Diego.
  • Esperanza confiada: La certeza de que el Señor está cerca se traduce en alegría y confianza.
  • Caridad concreta: La ternura se convierte en acción: cuidar, acompañar, servir.

Hoy, en el camino de Adviento, la voz de Guadalupe se convierte en brújula. Nos recuerda que la espera no es solitaria ni árida: es acompañada por una madre que nos dice con dulzura que no tengamos miedo.
Para la juventud, escuchar estas palabras es descubrir que la fe no es una carga, sino un abrazo. Que la esperanza no es un sueño vacío, sino una promesa viva. Que la caridad no es teoría, sino gesto concreto que nace del amor.

Mañana seguiremos caminando. Acá nos vemos.


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