Contemplación y Adoración: La Mejor Parte en una Sociedad Líquida.

Imagen tomada de Pinterest.

Marta y María como espejo de nuestra sociedad

El Evangelio nos presenta a Marta, inquieta y preocupada por muchas cosas, y a María, que ha escogido la mejor parte: sentarse a los pies de Jesús y escuchar su palabra (Lc 10,38-42). Este contraste es profundamente actual. Vivimos en una sociedad que ha perdido la capacidad de esperar, que se impacienta en un cruce de avenidas, que interrumpe conversaciones, que se deja robar la calma por problemas pequeños o adversidades mayores. Somos Marta multiplicada, corriendo sin detenernos, incapaces de contemplar.

La sociedad líquida y la pérdida de la esperanza

El filósofo Zygmunt Bauman describió nuestra época como “líquida”: sin asideros, sin estabilidad, sin capacidad de permanecer. En este contexto, la esperanza se diluye. Ya no sabemos esperar ni en lo cotidiano ni en lo profundo. Hemos perdido la capacidad de contemplar: no observamos la naturaleza, no nos admiramos, y mucho menos permanecemos en actitud de asombro, calma y agradecimiento.

La consecuencia es clara: vivimos oprimidos por lo inmediato, incapaces de abrirnos a lo eterno. En una palaba, vivimos desvinculados. Y somos muy vulnerables, pues los procesos sociales al tiempo que pretenden hacernos profundamente gregarios, también nos aísla y nos polariza con la intención de manipularnos.

La llamada del Gaudete

El tercer domingo de Adviento se llama Gaudete, “alegraos”. La liturgia nos recuerda:

“Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. El Señor está cerca.” (Flp 4,4-5)

La Iglesia nos convoca a recuperar la calma y la alegría, no porque los problemas desaparezcan, sino porque el Señor viene. La espera se convierte en certeza, y la certeza en alegría. De la admiración a la contemplación, de la contemplación a la adoración

Imagen tomada de Pinterest.

El camino espiritual que se nos propone es claro:

  • Admiración: redescubrir la belleza de lo creado.
  • Contemplación: permanecer en actitud de asombro y agradecimiento.
  • Adoración: abrirnos totalmente, con alegría y esperanza, al Rey que viene.

La Liturgia de las Horas nos lo recuerda:

“Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.”

Este paso más allá de la contemplación es decisivo: no basta con admirar, ni siquiera con contemplar; estamos llamados a adorar, a abrirnos con entusiasmo al que viene, porque Él es más de lo que podríamos esperar.

Conclusión: La mejor parte

Hoy, jóvenes de edad y de espíritu, la invitación es clara: escoger la mejor parte. No dejarnos atrapar por la ansiedad de Marta, sino aprender de María a permanecer en calma, en escucha, en contemplación.

El Gaudete nos recuerda que la alegría no es evasión, sino presencia. Que la esperanza no es ilusión, sino certeza. Que la adoración no es rutina, sino apertura total al Dios que se hace cercano.

En medio de una sociedad líquida, este domingo nos convoca a ser firmes, alegres y esperanzados. Porque el Señor está cerca, y su venida es más de lo que podríamos esperar.

Mañana te espero y seguiremos caminando. Yo te llevaré a la presencia de mi Hijo y siempre estaré contigo para que no pierdas Su camino y tu voluntad se identifique con la de Él.


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