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La gratitud abre los ojos: cada don recibido es anticipo de la plenitud.
El pasado 8 de diciembre, cuando un amigo cercano, habiendo iniciado este adviento, partió tras una larga enfermedad, su familia no se dejó vencer por la tristeza. Con gratitud, reconocieron que él había “corrido la carrera, se había mantenido fiel, y había recibido la corona”. Su actitud no fue de resignación, sino de oración agradecida: cada recuerdo se convirtió en don, cada gesto en anticipo de la plenitud. Su familia nos mostró que la gratitud abre los ojos incluso en el umbral de la muerte, y que, es capaz de superar el dolor humano de la pérdida por la alegría de haberlo tenido, pero sobre todo porque el ya obtuvo aquello por lo que siempre luchó.
San Pablo:
- Acción de gracias constante.
“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para vosotros.” (1 Tes 5,18) La gratitud no depende de las circunstancias: es la actitud que reconoce que todo es don de Dios.
- La gratitud como memoria viva
San Pablo inicia muchas de sus cartas con acción de gracias por las comunidades. La gratitud es memoria que fortalece la esperanza y la comunión.
- La gratitud que anticipa la plenitud
Cada don recibido —un gesto, una palabra, un encuentro— es anticipo de la plenitud que vendrá. La gratitud nos educa a ver más allá de lo inmediato.
Interludio de voces:
Guardini: “La gratitud es la forma más sencilla de la oración: reconoce la vida como don.”
→ Guardini subraya que la gratitud no es un sentimiento pasajero, sino una postura espiritual que nos sitúa en relación con el Dador. Es oración pura porque no pide ni reclama: simplemente reconoce.
Giussani: “La gratitud es la verificación de que la realidad corresponde al corazón.”
→ Para Giussani, la gratitud es casi un método: cuando la realidad toca el corazón y lo confirma, surge espontáneamente la acción de gracias.
Carrón: “La gratitud es la experiencia de que Cristo está ya actuando en nuestra vida.”
→ Carrón la entiende como signo de presencia: cuando agradecemos, no lo hacemos a un vacío, sino a una Persona viva que se manifiesta en lo cotidiano.
San Pablo: “He peleado el buen combate, he corrido la carrera, he guardado la fe.” (2 Tim 4,7)
→ Aquí la gratitud se convierte en testimonio final: no es solo memoria de lo vivido, sino certeza de que la fidelidad tiene fruto.

Imagen tomada de Pinterest.
La gratitud abre los ojos y convierte la vida entera en oración. La familia de mi amigo nos muestra que la gratitud es oración compartida: ilumina el dolor con certeza, convierte la ausencia en promesa, y nos educa a ver que cada don recibido es anticipo de la plenitud.
En un mundo que se centra en lo que falta, la gratitud es resistencia cultural: nos enseña a reconocer lo que ya está, lo que ya se nos ha dado. Así, la gratitud se convierte en camino de Adviento: memoria viva, esperanza activa, alegría que brota de la certeza de la promesa cumplida. La familia se convierte en el espejo pedagógico del Adviento, mostrando que la gratitud es oración incluso en la despedida.

Con este gran ejemplo nos disponemos a continuar nuestro camino de Adviento, recargados de alegría, siempre de la Mano de María y seguros del Amor de Dios, quien ya se aproxima.
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