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El pasado martes 16 de agosto, hubo una manifestación pacífica frente a la embajada de Nicaragua en la Ciudad de México, en la que se expresó el apoyo a los católicos, a la Iglesia de Nicaragua, así como el rechazo a las acciones de persecusión en su contra, por parte del gobierno de dicho país.
Respecto de estos hechos ya se han publicado escritos y comentarios en diversos medios, plataformas independientes y redes sociales, por lo que quiero enfocar estos hechos desde una perspectiva humana más amplia, con toda la trascedencia que esto tiene.

El ser humano, desde los más antiguos vestigios de los que se tiene noticia, antes de que existiera la escritura, ha sido un ser religioso, profundamente religioso, y esto no por ignorancia de los fenómenos o realidades que no puede explicarse, sino ante aquella sensación que experimenta, que todo ser y realidad parecen decirle, hay algo más, hay algo más. Modernamente, Cicerón ya utilizaba para describir a esa sensación que provoca lo misterioso, lo desconocido, como la experiencia de lo “numinoso” i
Decía entonces, que el ser humano desde las sociedades más primitivas y ancestrales de las que se tiene rastro, ha sido siempre un ser profundamente religioso. Todas las culturas de la antigüedad lo han sido, los Fenicios, los Egipcios, los pueblos de Mesopotamia, de la India, los pueblos Mesoamericanos, todos han sido religiosos, independientemente de que se haya configurado o no el término de religión.
El mismo pueblo Hebreo, era una tribu nómada, politeísta en sus orígenes,ii y paulatinamente Dios mismo lo va formando y lo acompaña en el camino. Cuando Moisés saca al pueblo Hebreo de la esclavitud de Egipto, para llevarlo a la Tierra Prometida, recordemos que es la voz de Dios, que Moisés escuchó en el Monte Sinaí,iii indicándole primero que sacaría a Israel de la esclavitud de Egipto, y posteriormente le proporcionará las “Tablas de la Ley”, los 10 mandamientos,iv de los cuales el primero dice: “Amarás al Señor tu Dios por sobre todas las cosas”, es cuando tras esta manifestación de Dios, que le enseña a su pueblo la existencia de un solo Dios, a quien ha de adorar de forma exclusiva. Y aún así, cuando Moisés regresa de la montaña con la Ley de Dios en las manos, se encuentra con que el pueblo ha formado la estatua de un becerro de oro y se disponían a rendirle culto, provocando con ello el enojo de Moisés y del mismo Dios con él.
Habrán de pasar muchos años y el Pueblo de Israel seguirá caminando, tanto geográfica como históricamente, y llegarán a estar bajo la dominación del Imperio Romano, teniendo siempre profetas que le van anunciando y lo van preparando para la llegada del Mesías prometido por Dios.v
Hasta que llega el momento de la realización de la promesa, y será Juan el Bautista, el último Profeta, quien funja como gozne entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. El último Profeta, porque la misión de todos ellos a lo largo de miles de años transcuridos entre la salida de Egipto hasta Juan Bautista, siempre fue la de anunciar que llegaría el Mesías y que había que estar preparados, la misión de Juan ya no fue la de seguir anunciando que llegaría, sino la de presentarlo a su pueblo al momento de su bautismo en el Río Jordán, ya no habrá más anuncio puesto que la promesa se ha cumplido.vi
Desde los primeros años de nuestra era, la Iglesia Católica fue perseguida en mayor o menor medida por parte del Imperio Romano, hasta que en el tiempo del Emperador Constantino, en el siglo IV se le otorgó plena libertad, hecho que habría de ser determinante, pues debido a esto, la Iglesia Católica se consolidó dentro de los límies del Imperio, que abarcaba fundamentalmente las provincias Itálica, la Galia, Hispania y Britania, de las que surgirá al paso de los siglos y muy diversos acontecimientos, lo que hoy conocemos todavía, como Europa Occidental.vii
La naciente Iglesia se fue desarrollando discreta pero constantemente, entre una persecusión y otra, de tal manera que para cuando se inicia la decadencia del Imperio Romano, ya tiene presencia en todo éste, por lo que contrariamente a lo que hoy pretende afirmarse, hay que decir que no fue el surgimiento de la Iglesia lo que propició el debilitamiento paulatino de aquél, sino que más bien la consolidación que había logrado la Iglesia por medio de: la organización en torno a los Obispados, tal como serían las modernas Diócesis, unidas en la obediencia al Sumo Pontífice por un lado, por otro la adopción del Latín como idioma propio de la Iglesia en todos los lugares en los que tenía presencia, así como el interés por la salvaguarda y desarrollo de la cultura, permitieron de forma no prevista y como natural consecuencia de lo comentado, que fuera esta fuerza moral y unidad en torno a sus valores trascendentes, que fue posible la evolución más o menos tersa a los señoríos dentro de las provincias que se perfilaban con mayor claridad conforme se distanciaban del mando central de un imperio que se aproximaba a su fin, y que gracias a esos valores compartidos pudieron continuar repeliendo los intentos de invasión bárbara que nunca faltaron, en mayor o menor grado, hasta que llegó de Oriente el Islam, que no era una invasión bárbara como tantas otras que buscaban más que la destrucción del Imperio o su contrtol, buscaban participar de sus beneficios.
En el caso del Islam no se trataba de algo similar, se trataba de una civilización en toda forma, con su propia identidad religiosa y unidad política, era un gran monolito con ímpetus belicistas y capacidad de inculturación, cosa que de hecho sucedió y que terminó por formar parte de la identidad de Europa, sobre todo por la influencia y duración que tuvo su influjo dominante en la Península Ibérica, cuyos pueblos, al principio y reinos, después, pasarían a formar la moderna España, tras la unificación de dichos reinos, los últimos de los que se unieron fueron Castilla y Aragón, para hacer posible la derrota y expulsión de los moros, al vencerlos en su último reducto que fue Granada.
Sería falsear la Historia pretender que a lo largo de 7 siglos de dominación Árabe, la presencia de lo que aun quedaba de la religión Judía y la influencia creciente de la Cistiandad, no forjaron un espíritu peculiar, identificado como nueva Nación, consolidada en su Fé al haberla defendido durante tanto tiempo y consciente del papel que había tenido como contención del avance Moro al resto de Europa, así como la propia maduración del resto de las ya mencionadas provincias del Imperio, conservaron sin saberlo tal vez, la antigua personalidad romana, pero modernizada en la simiente de las nuevas Naciones, surgidas primero al amparo de los Reinos, y junto con los Monasterios, cuya misión fue el resguardo de la ciencia y la cultura, surgirá lo que posteriormente en la Edad Media dará origen a las Universidades, a los Parlamentos y todo en conjunto será conocido hasta la fecha como la Civilización Occidental Cristiana.
Esta unidad tuvo una lamentable fractura, cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días, con el surgimiento del protestantismo, que tendría diversas variantes, la mayoría de ellas de poca duración en el tiempo y poca extensión geográfica, hasta que en lo que había sido la Provincia de Britania, se consolida a raíz del empeño de Enrique VIII, de someter al poder político la autoridad espiritual de la Iglesia Católica, quedando fragmentada la antigua unidad, y cuya herida habría de traer grandes consecuencias en su momento, al Nuevo Mundo.
Vino posteriormente el descubrimiento y conquista de la América Española, repitiéndose el fenómeno que se comentaba al principio en relación con las tribus nómadas y politeístas, con niveles de desarrollo más o menos similares, y siempre en pugna unas contra otras, con predominios claros en el momento de la llegada de los españoles, desde lo que hoy es México, hasta más allá de América Central, identificado ya históricamente como Cultura Mesoamericana, por un lado, y la cultura Inca fundamentalmente en la parte sur del Continente.
Y con el influjo lleno de pujanza con el que venía España después de su propio período de 7 siglos de lucha, identidad y consolidación, trajeron la unidad de Idioma, de Religión, de Cultura en una palabra, tal como había sucedido con las Provincias Romanas, se integraron estas culturas diversas bajo la tutela de España, con la figura de los Virreinatos, en los que en torno a las comunidades religiosas dirigidas por las grandes Órdenes Religiosas, como los Franciscanos, Dominicos, Jesuitas, entre otros, se organizaron en armonía con la autoridad política, y se desarrollaron los servicios educativos, de salud, el desarrollo de las artes y oficios, los gremios, toda una organización sociopolítica que se desarrolló de forma constante, por lo menos hasta el momento en que se van gestando los movimientos independentistas, cuyas causas fueron de diversa índole, entre otras la influencia del pensamiento ilustrado, la imposición por parte de Francia en España de Napoleón III, situación no bien vista en los Virreinatos, coyuntura que servirá a éstos para buscar la emancipación de España, situación que en México se hace posible con la intervención de Agustín de Iturbide y el Plan de Iguala, hecho que habrá de aprovechar Norteamérica, identificada con la herencia Protestante y masónica de Inglaterra, para tratar de atomizar y debilitar la unidad Hispanoamericana sobre todo debido a sus orígenes en la Cultura Occidental Cristiana y toda la fuerza de esta unidad e identidad a la que siempre ha mirado con recelo.
Podemos apreciar con claridad a pesar de lo brevísimo del análisis, que el ser humano siempre ha sido un ser de naturaleza religiosa, a lo largo de la historia, el género humano siempre ha contado con altares, saceredotes y víctimas propiciatorias. En el caso de la religión Católica, a partir de la muerte y resurrección de Cristo, la víctima propiciatoria ya no requiere el derramamiento de la sangre de la víctima, puesto que el propio Jesucristo en la Última Cena dejó instituída la Sagrada Eucaristía, y por ello su presencia es real en la hostia Consagrada, realidad científicamente comprobada mediante el análisis de los diversos Milagros Eucarísticos que en diversos momentos y lugares del mundo se han producido.viii La religiosidad Cristiana se fue desarrollando y expandiendo gracias a la extensión que llegó a tener el Imperio Romano y, en simultáneo con su decadencia, la consolidación de lo Católico como elemento común en las provincias que evolucionarían hacia las nacionalidades europeas, y de éstas la preponderancia de España por un lado, y de Inglaterra ya como nación protestante por el otro, su rivalidad heredada al Continente Americano, y el gran interés por debilitar los lazos de identidad que existen en toda la zona Hispanoamericana.
Veamos por tanto, que atentar contra la libertad religiosa es atentar contra uno de los elementos fundamentales constitutivos del género humano, que quien pretende oponerse a la libertad de creencia no es porque no crea en nada, siempre se cree en algo, sino más bien porque cree en algo distinto, y percibe como enemigo a todo aquél pensamiento que no sea el suyo, con lo que además de conculcar el derecho a la libertad de conciencia, se coloca también como perpetrador de un acto discriminatorio, injustificable e inaceptable.
Veamos también que no es una ideología la que nos puede unir con la fuerza y la razón que lo hace la unidad histórica, la unidad de idioma, de religión, una ideología nos divide y nos enfrenta, mientras que los valores trascenentes nos dan unidad, sentido y trascendencia. Nosotros como pueblos católicos sabemos que buscamos instaurar el Reino de Dios, ese mismo reino que nos enseñó Jesús cuando le pedimos que nos enseñara a orar y nos enseñó el Padre Nuestro, en el cual pedimos claramente, “Venga a nosotros tu reino”, y ahí mismo encontramos la forma de hacerlo presente ya en esta vida, la fórmula es sencilla, “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, es decir aquí y ahora, para poder plenificarla en el allá y entonces en la Jerusalén Celestial, en la que veremos la Nueva Tierra y el Nuevo Cielo. Pero también tenemos claro, porque también nos lo enseñó Jesucristo, y eso va para todos los seres humanos, “A César lo que es de César”, pero “A Dios lo que es de Dios”ix, y esto, no es negociable.
iNuminoso, Perteneciente o relativo al numen como manifestación de poderes religiosos o mágicos. Diccionario de la Real Academia Españpla de la Lengua.
iiÉxodo, 32, 1-5
iiiÉxodo, 3, 1
ivÉxodo 32, 15-16
vIsaías 7, 14
viJuan 1, 29-31
viiBelloc Hilaire “Europa y la Fe”, Editorial El Buey Mudo, Madrid 2010 en Amazon Kindle.
viiiLanciano, Italia, año 750, Bolsena, Italia, año 1263, Buenos Aires, Argentina, años 1992, 1994, 1996, Legnica, Polonia, año 2013. Consultados en https://www.aciprensa.com
ixMateo 22, 17-22
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