Comentábamos en nuestra entrega anterior, que la persona humana se encuentra en un nivel superior respecto de los recursos que utiliza para desempeñar todo tipo de trabajo, y que a diferencia de cualquier recurso, la persona no debe ser instrumentalizada, ni en el ambiente laboral ni en ninguno otro, esto en razón de la Dignidad que por propia naturaleza posee, de la cual carece cualquier otro ser.
Hablábamos también de que se ha vuelto necesario hablar del Capital Humano, en virtud de que el término “capital” a secas, ha sido secuestrado por el recurso económico, y paulatinamente ha llegado a ser considerado como lo más importante de la empresa, siendo esto una tergiversación axiológica, puesto que en la escala de valores debería de ser considerada la Persona, como el elemento constitutivo más importante, tan es así, que el Dr. Carlos Llano, en la obra citada, afirma que cualquier empresa, independiente del tipo de empresa o institución de que se trate, sea licrativa o no lucrativa, de productos, servicios, o cualquier tipo, la principal responsabilidad que tiene toda empresa es el mejoramiento de las personas que la integran.
Para esto tenemos que entender a la empresa como una “Comunidad humana productiva”, esto es, que el énfasis está en la parte humana que tiene toda institución, y no en todo lo demás, que son medios orientados al fin o misión de la empresa, es decir, a su razón de ser. En esta planteamiento tendremos que profundizar, incluyendo en estas consideraciones los aspectos relativos a la gramática corporativa o empresarial, en donde será más conveniente dejar de utilizar el término “Recursos humanos”, toda vez que ya hemos dejado establecido que la persona está a un nivel ontológico superior respecto de los recursos que utiliza, de los que no forma parte. Departamento de personal, factor humano, gestión del talento, son ejemplos de cómo designar al área en la que se gestiona lo relacionado con los aspectos contractuales, de capacitación y desarrollo, investigación, y otros, más no así los de compras, mantenimiento, recursos materiales y servicios, recurzos financieros, por ejemplo.
De manera adicional, es necesario identificar la jerarquía de los tipos de trabajo que se realizan en una organización, partiendo de una de tantas clasificaciones que pueden hacerse, para ello tomaremos como criterio de evaluación la proporción existente de interacción entre personas. Identificaremos por tanto tres grandes niveles de trabajo, el directivo, el administrativo y el operativo.

Trabajo directivo.- Se considera como de mayor importancia precisamente porque tiene la mayor proporción en el componente de lo humano en la realización de las labores que le competen, puesto que en los puestos directivos se relacionan las personas para definir los aspectos relacionados con la planeación de la empresa, temas relacionados con entorno y con futuro, misión, visión, filosofía empresarial, principios y valores, en los que, como dijimos, por la naturaleza de lo que realizan, es más alta la concentración, por decirlo de algua forma, del factor humano, si bien es cierto que a otros niveles de la organización pueden realizarse a su nivel respectivo, ejercicios de planeación, pero siempre alineados con las estrategias generales de la empresa.
Trabajo administrativo.- Se coloca en un segundo lugar, debido a que la propoción de su concentración del factor humano viene combinada con aspectos que tienen que ver con los procesos, si en la dirección se definen los aspectos estratégicos, que impactan más bien el mediano y largo plazo, en la administración se va a resolver más bien el plano de resolución de los quiénes y los cómos se van a lograr los objetivos estratégicos, por lo que se van a ver relacionados con los procesos y por lo tanto bajará el componente humano al nivel de las tácticas.
Trabajo operativo.- Viene a ser el nivel en el que suceden día con día los procesos que, identificados con los fines de la institución se llevan a cabo y que están involucrados ya no tanto con la planeación o con la organización, sino más bien con la ejecución, identifcada como los aspectos logísticos, el trabajo directo con los materiales en el caso de empresas de manufactra y de transformación sobre todo.
En este orden de ideas hace falta ubicar al tan llevado y traído capital, el capital es una resultante de trabajo previo que han realizado estas personas llamadas socios o accionistas, pero el trabajo como tal, no puede ahorrarse, lo que se ahorra es el fruto del trabajo, por lo tanto queda de manifiesto que en este enfoque de la empresa, más importante que lo que aportan las personas, son las personas que aportan. Es de gran importancia comprender todo lo que implica este planteamiento, puesto que es requisito indispensable si se pretende ser congruente con la premisa citada más arriba de la principal función de la empresa, que consiste en el mejoramiento de todas las personas que la integran.
Siendo la persona como ya se dijo insistentemente, el elemento más importante de la empresa, y estando colocada en un plano superior respecto de los medios o recursos que utiliza en el desarrollo de su misión, vayamos a hacer algunas otras consideraciones sobre los diversos capitales con los que cuenta la empresa, recordando siempre que el capital por excelencia, y dicho en forma literal, es el Capital Humano.
Capitales en la empresa.

Capital monetario.-
De lo mencionado más arriba se desprende que lo más importante en la cultura y sistema de valores de la empresa, no es el capital monetario. Este “sencillo planteamiento” trae consigo consecuencias importantes, tales como que el capital monetario, el dinero, no constituye por su propia naturaleza algo al rededor de lo cual pueda surgir el espíritu de colaboración, debido entre otras cosas, a que su carácter material, hace que al compartirse disminuya, Por lo tanto, las metas monetarias suelen ser disociativas más que naturalmente cooperativas, esto derivado de que en la medida en que alguien recibe mayr cantidad de dinero, hay quien recibe cantidad menor, pues todos los bienes materiales, disminuyen al repartirse. Sin embargo el sistema capitalista nos ha tatuado el paradigma, falso por cierto, de que quien tien más, en razón del poder adquisitivo, vale más. Pero también en su otra dimensión, la comparativa, posición, prestigio y poder se asocian también con la posesión del capital monetario, por eso ha sido un gran error cultural del capitalilmo centrar la atención en este recurso, que, lejos de hacerme complementario con los demás, se convierte en objeto de disputa.
Al final del camino, en el estado de resultados de la empresa, al repartir los beneficios económicos, unos se quedan con más y otros se quedan con menos.
Por ello y de acuerdo con lo que se comentó en al capítulo anterior, se ha requerido una distinción de este capital, para identificar el elemento crucial, puesto que en un sistema “Capitalista” (recordemos que viene del término cabeza), el elemento central no es el dinero, sino la inteligencia, surge el término capital intelectual.

Capital intelectual.-
La actividad económica ha sufrido grandes cambios y cada vez más acelerados en cuanto a lo que constituye el activo de la empresa, éste ya no se integra tanto de los “fierros” que pueda tener una gran empresa en sus almacenes, esperando convertirse en productos terminados, o en las grandes maquinarias y equipos que posea, la actividad productiva ha dejado de ser preponderante, dando paso al sector de servicios y más recientemente al de la información, y junto con ésta, los conocimientos. Situación que de alguna manera viene a comprobar lo que se venía diciendo, es como si la inteligencia estuviera en vías de identificarse como un valor superior al valor de lo material, como si el softdware hubiera venido a cobrar más importancia que el hardware. Recordemos, quienes lo vivimos, y no hace tanto tiempo, cuando el correo electrónico se comercializaba como un producto, hasta que el paradigma cambió y hoy todos lo entendemos como un servicio, pero en su momento representó un gran salto y de la mano una mucho mayor velocidad de penetración en el mercado.
Esto, sin embargo, plantea al menos dos cuestiones a resolver, el valor de este tipo de capital es muy difícil de cuantificar, tan es así que hay una conciencia clara de que el valor de mercado de las empresas es mucho mayor de lo que represnta su valor en libros, situación que hoy se conoce como los intangibles de una empresa o marca.
El otro punto es que por muy preciso que pudiera ser el cálculo de su valor, no hay forma de que la empresa pueda registrar dentro de sus activos los conocimientos que pertenecen a las peersonas que en ella laboran. Independientemente de que se establezcan cláusulas de confidencialidad, sistemas de gestión del conocimiento que pongan en grandes repositorios y administren temas de capacitación y desarrollo de los colaboradores, a final de cuentas los conocimientos pertenecen a cada quien.
Sin embargo, la gran ventaja, en contraposición con el capitalismo monetario, el capitalismo intelectual tiene la grandísima ventaja de que al ser inmaterial, a diferencia del dinero, al distribuirse no merma, sino que se fortalece, y esto es algo al rededor de lo cual sí puedo establecer un elemento de cooperación. Esto si bien se observa, va completamente en la línea de lo que se comentaba anteriormente en el sentido de que las empresas que triunfen serán las que colaboren por encima de las que compitan, y la introducción de estos nuevos conceptos en la filosofía de las empresas, hará que sean congruentes sus planteamientos filosóficos y sus formas de aterrizarlos en la práctica, congruencia que termina por generar fidelidad por parte de los integrantes de la misma.
Todo esto sin perder de vista que el conocimiento puede tener dos grandes fuentes, el estudio ; y no solamente el nivel de escolarización, y la experiencia. Aristóteles solía recurrir a un ejemplo para ilustrar esta situación, cuando decía que es más fácil que ayudemos a un joven a aprender geometría, que hacer de él una persona prudente.
Por razones de espacio no vamos a entrar en otras consideraciones adicionales al puro capital intelectual, pues no basta con tener conocimientos, es necesario también tener competencia, tanto en el sentido de ser competente en lo que se hace, como también en la capacidad de competir, aunque ya dijimos a qué nivel queda la competencia en relación con la colaboración.

El capital social.-
Dicho brevemente en palabras de Francis Fukuyama, citado por Carlos Llano, “el capital social es la confianza existente entre las personas que se asocian en la empresa, para llevar a cabo un fin concreto”. Y este capital social o confianza, es la única forma que tiene la empresa para considerar como propio el capital intelectual al que nos acabamos de referir. Y es necesario tener en cuenta que dicho capital intelectual no se circunscribe solamennte a los conocimientos de quien los posee, sino también a la competencia de acción con la que ejerce el conocimiento que posee, de tal manera que en tanto cuanto exista la confianza y la empresa logre día con día que voluntariamente cada colaborador, con toda su carga de capital intlectual más competencia, lo que lo convierte en capital personal, regrese nuevamente a la empresa y siga confiando y colaborando en ella, ésta podrá considerar como suyo dicho capital personal.
Y dado que este capital social, la confianza, no puede tener un valor neutral, es tan importante, puesto que si no se tiene confianza, autmáticamente se pasa a la falta desconfianza. Y tal como sucede en la empresa como un todo, sucede en cada uno de sus niveles jerárquicos, de ahí la importancia de que los líderes tengan la cpacidad de generar confianza en sus equpos de colaboradores, pues, sin confianza, no surirán efecto ni la coerción ni la manipulación, es necesaria la confianza para que florezca la creatividad y la tranquilidad para proponer, para mejorar, para transformar, en un clima de confianza, no sólo en mi mismo, sino de la confianza que la organización me tiene y la que yo tengo en mis colaboradores.
Referencia: Llano Cifuentes Carlos Dr. «Falacias y ámbitos de la creatividad». IPADE, Noriega Editores.